Hace aproximadamente un mes, a mediados de abril, reseñábamos aquí el descubrimiento de una estación para la barca sagrada de Jnum; estaba en el llamado Pabellón de Nectanebo, en la isla de Elefantina. Pues bien ese nombre sigue asociado a nuevas sorpresas porque el hallazgo en 2015 de un templo bimilenario en Iunu, más conocida por su nombre griego de Heliópolis, cerca de El Cairo, continúa proporcionando retazos de su pasado.
Nectanebo (foto de abajo) es el nombre helenizado de Jeperkare Najtnebef, soberano que reinó entre los años 378 y361 a.C, tras destituir a Neferites II. Ese período se caracterizó por dos cosas: la resistencia contra los intentos de reconquista persa y el establecimiento de una nueva dinastía, la XXX, que sería la última con faraones autóctonos en el trono egipcio.
Después el país volvió a ser una satrapía persa y, más tarde, fue conquistado por los macedonios de Alejandro Magno, que crearon su propia dinastía (la de los ptolomeos).
El caso es que Nectanebo construyó un gran santuario en Heliópolis, justo donde ahora se encuentra el barrio cairota de Ain Shams, en Matariya (la parte noreste de la capital) y una misión arqueológica conjunta entre egipcios y alemanes lleva trabajando en él un tiempo.
En un comunicado oficial, el dr. Eldamaty, ministro de Antigüedades de Egipto, informó de que se acaba de descubrir la parte inferior de una capilla levantada con bloques de basalto, una figurilla de bronce de la diosa Bastet y parte de una estatua real arrodillada en actitud de presentar una ofrenda a los dioses.
Lo verdaderamente interesante está en que un cartucho inscrito ha permitido identificar a quién representa la estatua: tal como explicó Aiman Ashmawy, jefe del equipo egipcio, se trata de Merineptah, uno de los hijos de Ramsés II, que se encuadra en la XIX dinastía; es decir, ocho siglos anterior a Nectanebo.
Coetáneos de éste sí son los últimos hallazgos, consistentes en uno de los pedazos de la estatua que faltaban, restos de columnas y de la techumbre, que está decorada con estrellas mientras el basalto lleva incripciones alusivas al dios Hapi y a los nomos (provincias).
Según Eldamaty, es la primera vez que se localiza una capilla en ese yacimiento y ahora los trabajos se centran en drenar el agua subterránea para poder completar la tarea, ya que el muro perimetral era de adobe y corre peligro de ablandarse y estropearse.
Por su parte Dietrich Rau, que está al frente de la misión alemana, añadió que esperan sacar a la luz el resto de esa capilla la próxima temporada de excavaciones, y para entonces, despejada la arquitectura, probablemente empezará a rescatarse mayor cantidad de objetos.
Está por ver cómo de amplia será la clase de piezas, puesto que todo parece indicar que en el mismo lugar donde se levanta el santuario de Nectanebo hubo asentamientos humanos previos correspondientes a los períodos predinástico y protodinástico, que se remontan al cuarto milenio a.C.
De hecho, también hay indicios de que en épocas posteriores continuó esa ocupación; más concretamente en tiempos ptolemaicos, así que a los arqueólogos les espera un buen puzzle.
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