El Hombre de Piltdown, la historia del mayor fraude de la antropología

Dawson examinando el cráneo de Piltdown, cuadro de John Cooke, 1915 / foto dominio público en Wikimedia Commons

Uno de los mayores fraudes de la paleoantropología se produjo hace ahora poco más de un siglo en el Reino Unido. Tuvieron que pasar 45 años antes de que el engaño saliera a la luz, y aun hoy no se sabe con certeza si el asunto fue resultado de una conspiración, en la que habrían estado implicados personajes de la talla de Arthur Conan Doyle y Teilhard de Chardin, o simplemente obra de una sola persona. Ocurrió así:

En 1908, un abogado y antropólogo aficionado llamado Charles Dawson dio a conocer un cráneo que un obrero había encontrado en una cantera de Piltdown, Sussex (Inglaterra), junto con otros fragmentos de hueso y dientes. Miembros del British Museum le acompañaron al lugar, donde hicieron otro importante hallazgo: un extraño maxilar inferior que parecía encajar con el cráneo anterior. O eso decían algunos, mientras otros veían incompatibles ambas piezas por ser una humana y la otra de aspecto simiesco, contradiciendo, invirtiendo incluso, la teoría habitual de que la evolución favorece el crecimiento de la caja craneana y el retraimiento de la mandíbula.

Dawson murió en 1916 y no se volvió a encontrar piezas en la cantera. Durante los años siguientes, siguió la discusión entre los defensores de la autenticidad, que ya hablaban de un Eoanthropus dawsoni, frente a los detractores. Pero la ciencia avanzaba y fueron surgiendo modernas técnicas de datación. Una de ellas la del flúor, basada en el hecho de que los huesos enterrados absorben ese elemento de las aguas subterráneas en cantidades proporcionales al tiempo que lleven en el lugar; midiendo la cantidad de flúor de un hueso se puede calcular su edad.

Réplica del cráneo de Piltdown / foto Anrie en Wikimedia Commons

Aplicada al Hombre de Piltdown, resultó que el cráneo era antiguo -pero no tanto como se pretendía- y el maxilar reciente, aunque a ambos se los había sometido a un astuto proceso de envejecimiento introduciendo granos de mineral de hierro en los canales nerviosos. Los cálculos también resultaban diferentes para cada fragmento y diente, lo que demostraba que aquello era simplemente una especie de puzzle muy hábilmente concebido.

El escándalo estalló oficialmente en 1953 y fue mayúsculo. Algunos parlamentarios británicos, entre los que figuraban el premier Winston Churchill, el titular del Foreign Office, el arzobispo de Canterbury y algún miembro de la familia real, aprovecharon la ocasión y presentaron una moción contra los directivos del British Museum. Pero en realidad todo el mundo científico británico se había dejado engañar por aquella falsificación que ahora parecía tan evidente -juntar un cráneo humano con un maxilar de orangután-, por simple vanidad: que el ancestro más antiguo del Hombre conocido entonces fuera inglés.

Reconstrucción del hombre de Piltdown / foto dominio público en Wikimedia Commons

Ahora se cumple un siglo de los hechos y se está revisando el caso para determinar con técnicas más avanzadas a qué especie pertenece cada trozo de hueso, cada diente. El ADN lo desvelará, al igual que un análisis de isótopos determinará la procedencia, la espectroscopia el tipo de tinte usado para el envejecimiento y el carbono 14 la edad. Quizá también aclare si Dawson fue el único estafador o él mismo cayó en una trampa: se habla del jesuita Teilhard de Chardin, entonces un estudiante que se convertiría en uno de los pelaontólogos más importantes del momento pero también de los más heterodoxos (y que solía excavar en aquella cantera), y de Arthur Conan Doyle, el autor de Sherlock Holmes, que se metía en todos los fregados.

En el año 2003 el doctor Miles Russell, de la Universidad de Bournemouth, publicó los resultados de su investigación sobre los hallazgos de Dawson. La conclusión fue que al menos 38 de los especímenes encontrados por Dawson eran claramente falsificaciones. Y que prácticamente toda su carrera se había construido a base de engaños, con el único fin de conseguir reputación y reconocimiento internacional.

Lo peor de todo es que el engaño de Piltdown es uno de los argumentos normalmente esgrimidos por los creacionistas para atacar a los paleontólogos que estudian la evolución humana, a pesar de fueron precisamente científicos quienes destaparon el hoax.