¿Por qué los péndulos de dos relojes de pared pueden ejercer influencia recíproca hasta el punto de llegar a sincronizarse? La cuestión parece baladí pero ha traido de cabeza a los científicos durante unos tres siglos y medio, desde que un físico, astrónomo y matemático holandés llamado Christiaan Huygens observara y describiera ese fenómeno en 1665.
Huygens, al que además se considera inventor del reloj de péndulo, trabajaba en idear un método para medir distancias navales y, para ello, utilizaba un par de relojes por si uno se estropeaba. Un día estaba enfermo en la cama observándolo cuando se fijó en el detalle de que, al cabo de una media hora, sus respectivos péndulos se balanceaban en direcciones opuestas pero de forma coordinada, cuando al principio lo hacían cada uno a su ritmo. El neerlandés formuló entonces que ocurría cuando compartían el mismo soporte, en ese caso una pared, pero no fue capaz de darle una explicación racional más allá de alguna fuerza imperceptible de dicho soporte.
Ahora, un estudio realizado por Jonatan Peña Ramírez, físico del Centro de Investigación Científica y Educación Superior de Ensenada (México) acaba de encontrar la respuesta. Para ello se basa en un punto de partida casi filosófico: la sincronización es habitual en nuestro mundo, como demuestran las parejas de baile, el ritmo cardiorrespiratorio, las luciérnagas por la noche,varios músicos tocando al unísono, un equipo de natación sincronizada o incluso las neuronas durante una crisis epiléptica. A partir de ahí, una fuerza adecuada puede llevar a dicha sincronización y en el caso de los péndulos se trata de ondas de sonido, que se propagan de un reloj a otro gracias a que ambos están en la misma pared.
Para demostrarlo utilizó dos relojes de péndulo especiales, conocidos como «monumentales», que permitían superar las limitaciones de los relojes normales usados en los infructuosos experimentos anteriores. Los colocó sobre una mesa de madera y los sometió a la correspondiente observación, en espera de la sincronización de sus péndulos (éstos se movían por debajo del tablero gracias a unas aberturas). Para su sorpresa, el movimiento no se sincronizó en direcciones opuestas, como había visto Huygens, sino en la misma. Además, a medida que los péndulos iban acompasándose, los relojes se volvían más lentos e inexactos.
Los científicos desarrollaron un modelo matemático que tenía en cuenta las diversas variables, incluyendo la influencia que pudiera tener el soporte (una mesa de madera) y llegaron a la conclusión de que los relojes hacían vibrar levemente dicha mesa y ésta comunicaba las vibraciones de uno y otro entre sí. Asimismo, creen que la rígidez, el grosor y la masa del apoyo puede influir en el tiempo y la forma de la sincronización.
El pasado verano, dos matemáticos portugueses de la Universidad de Lisboa, Enrique Oliveira y Luís Melo, también trabajaron en el asunto y elaboraron su propio modelo, obteniendo resultados similares (en la imagen inferior, los relojes que usaron). Tanto ellos como Peña han publicado sus conclusiones en la prestigiosa revista Scientific Reports y abren un mundo de posibilidades prácticas en tecnología y biología. Por cierto, los dos relojes usados por Peña se conservan en el museo de la fábrica donde se construyeron, Relojes Centenario, en la ciudad mexicana de Zacatlán.
Vía: Live Science
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