El hotel en servicio más antiguo de España se llama Petit Palace Posada del Peine y está en el número 17 de la calle Postas, en Madrid. Claro que su aspecto actual dista mucho del que tenía en su inauguración, allá por 1610 en época de Felipe III, ya que desde 2005, tras una profunda rehabilitación y reforma, es un alojamiento de 4 estrellas, mientras que antaño era lo que dice su nombre: una simple posada que supo sobrevivir al devenir de los tiempos. Evidentemente hubo posadas y hoteles desde tiempos anteriores, pero todos cerraron sus puertas hace mucho.
De hecho, la zona en la que se ubica, que es el antiguo casco histórico de los Austrias, junto a la Plaza Mayor, estaba salpicada de multitud de posadas y fondas en las que recalaban básicamente arrieros, como indica el nombre de la calle. La del Peine sobresalía algo por encima de las demás, razón por la cual también era frecuentada por viajeros de mayor nivel, aunque sin alardes. Por entonces presumía de tener 150 habitaciones y proporcionaba a los huéspedes una amenitie similare a las de ahora, un peine, de ahí el nombre.
Era otra época, sin duda, como demuestra el hecho de que el peine tuviera que estar atado a la jofaina para evitar su robo. Curiosamente la tarifa por noche, una peseta (lo que incluía luz y servicio), se mantuvo durante mucho tiempo, incluso hasta principios del siglo XX; cuatro veces menos dinero que en los hoteles habituales. Y eso que para entonces la Posada del Peine ya tenía categoría de hotel y así siguió hasta 1970, en que cerró sus puertas hasta la restauración acometida 3 décadas después.
Fruto de ella son las 61 habitaciones distribuidas en 5 plantas comunicadas por una escalera de madera -también hay ascensor-, más una decena de suites. Aire acondicionado, minibar, TV, caja fuerte, baño con columna de hidromasaje y secador, ordenadores portátiles con conexión Wi-Fi gratuita. desayuno buffet…Desde luego las instalaciones han cambiado mucho y de etapas anteriores apenas quedan algunos elementos arquitectónicos (vigas, paredes de ladrillo, barandillas de hierro forjado), el rótulo con el nombre, que es de cerámica, y una pequeña torre con reloj erigida en 1892 para coronar el edificio.
El hotel sigue ofreciendo un peine a sus clientes, por supuesto, aunque ya no está atado. Lo que parece que ya no se conserva es el pasaje secreto que había en un armario de la habitación 126 y que llevaba hasta un ático oculto donde, presumiblemente, se refugiaban los opositores políticos en el convulso siglo XIX, una época en la que el Madrid subterráneo también se hallaba conectado por infinidad de pasadizos. En él consta que se alojaron entre otros Gustavo Adolfo Bécquer o el pintor Solana. Y Camilo José Cela lo mencionó en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua Española.
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