Ya hemos aludido aquí alguna vez a la utilidad trágica que algunas grandes catástrofes naturales tienen para mejorar nuestro conocimiento de la Historia, gracias a la preservación del registro arqueológico bajo tierra o sumergido. Un paradigma de ello fue la violenta erupción del Vesubio, que enterró bajo varios metros de ceniza y escorias volcánicas a dos ciudades enteras, Pompeya y Herculano.
Ambas urbes han sido excavadas desde el siglo XVIII y hoy se han convertido no sólo en importantes atractivos turísticos del entorno de Nápoles sino también en fuentes fundamentales de información sobre la vida cotidiana en el antiguo Imperio Romano. Y esa información abarca múltiples ámbitos. Uno de ellos lo ha proporcionado hace poco el análisis de los aproximadamente setecientos papiros carbonizados, de unos dos mil años de antigüedad, hallados en Herculano.
Fue en enero de 2015 cuando un equipo de investigadores, a despecho del mal estado del material, logró identificar y transcribir varias letras de dichos papiros, publicándolas en Proceedings of the National Academy of Sciences. Para ello utilizaron el más complejo y moderno microscopio de rayos X del mundo y gracias a esa tecnología descubrieron que los escribas habían utilizado tinta de componente metálico.
Este sofisticado instrumento, llamado sincrotrón y que está en el European Synchrotron Radiation Facility, lanza haces de rayos X que son cien billones de veces más brillantes que los de los hospitales y no dañan el papiro. Las tomografías resultantes son cortes verticales que permiten ir revisando las caras del papiro enrrollado. Ello facilita identificar la escritura en griego sobre la superficie quemada, revelando que la tinta contenía altos niveles de metales en su composición; demasiado elevados para deberse a contaminación, fuera por agua de las tuberías de la época, fuera por un tintero de cobre o bronce.
A la mayoría de la gente esto no le dirá nada pero para los historiadores sí es importante porque hasta ahora se pensaba que ese tipo de tinta era varios siglos posterior. Al menos para la escritura habitual, pues si bien hay pruebas de su uso ocasional en el siglo II d.C. para pequeños mensajes secretos, los documentos propiamente dichos redactados sobre pergamino no la utilizaron hasta después del año 420 d.C..
La tinta fue inventada por los chinos unos cuatro siglos antes de Cristo, más o menos, pero ellos la fabricaban con goma (resina) como base y negro de humo como pigmento, sacándose éste de materiales quemados. En occidente se usaba una tinta con base de hollín, que se conseguía a partir de la madera que se quemaba en los hornos. Así lo explica al menos Plinio el Viejo… quien, paradójicamente, fue una de las víctimas del volcán.
Vía: The Guardian
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