Desde la leyenda de las amazonas o las mitológicas valkirias a las reinas guerreras como la británica Boudicca, Artemisia de Halicarnaso o Zenobia de Palmira, pasando por personajes más recientes tipo Juana de Arco o la Rani Lakshmibai india, la participación de la mujer en la guerra se ha movido siempre entre la leyenda y el individualismo improvisado, del que buen ejemplo son las españolas María Pita o Agustina de Aragón. Por supuesto, hay que dejar al margen tiempos contemporáneos porque las Brujas de la Noche soviéticas o las féminas del Tzahal israelí son auténticos símbolos de su incorporación a ese mundo históricamente masculino.
Por eso resulta especialmente llamativo que una sociedad tan poco igualitaria como la feudal japonesa fuera en la que se desarrolló una casta de mujeres guerreras, dignas alternativas en su sexo a los samuráis varones. Se trata de las onna-bugeisha, un pequeño grupo perteneciente a la elevada clase bushi y que se iniciaron en el arte de manejar las armas y luchar con vistas a proteger su honor y hogar cuando sus maridos o familiares marchaban al frente.
Onna bugeisha significa «Mujer guerrera», pues aquellas damas se convertían en esforzadas combatientes, si bien se veían obligadas a compensar de alguna forma su menor fuerza física respecto a los hombres. Eso se plasmó en la preferencia por armas más adecuadas para ellas que la katana. Así, la mayoría eligieron el arco y las flechas o la naginata (una especie de alabarda de hoja curva, como se aprecia en la primera imagen), que les permitían mantener las distancias; a la inversa, también optaban por las ligeras kaiken y tanto, que eran variedades de dagas.
Aparecieron y vivieron su momento de oro en los períodos Heian (794-1185 d.C.) y Kamakura (1185-1333 d.C.), decayendo en la etapa Edo al implantarse la doctrina neoconfuciana que ligaba a los guerreros al poder político y relegaba a la mujer a la casa. No obstante, algunas consiguieron mantener la traidición viva a lo largo de los en tiempos y las fotos decimonónicas que acompañan este artículo sirven de muestra, aunque probablemente muchas de sus protagonistas sean en realidad modelos.
Pese a todo, han pasado a la posteridad los nombres de algunas que destacaron especialmente por sus hazañas. A continuación enumeramos las más famosas, aunque no fueron las únicas ni mucho menos.
La emperatriz Jingu
La más conocida fue la emperatriz Jingu ((169-269 d.C.), que se hizo famosa por relevar al frente del ejército (y del gobierno) a su marido Chuai cuando éste falleció intentando conquistar Corea.
Pero la historia de Jingu es dudosa y muchos expertos creen que tiene más de leyenda que de realidad, habiendo sido creada para explicar el interregno hasta que su hijo Ojin subió al trono.
Tomoe Gozen
Tampoco se sabe si fue real Tomoe Gozen. Sus andanzas se inscriben en la guerra entre los clanes Genji -también llamado Minamoto- y Heike -igualmente conocido como Taira-, glosada por un poema épico titulado Heike Monogatari escrito en el siglo XIII pero referente a hechos de la centuria anterior.
En los versos se cuenta cómo esta dama, que destacaba como amazona pero también en el manejo del arco y la naginata, participó en la toma de Kioto. Su final, como su existencia misma, no está claro.
Unas fuentes dicen que murió en la batalla de Awazu junto a su esposo Minamoto no Yoshinaka; otras, que él fue ejecutado al acusarle de traición un shogun y que ella no era su mujer sino una sirviente; otra versión habla de que se casaron después. En fin…
Hojo Masako
En esa misma guerra Genji luchó otra célebre onna bugeisha, Hojo Masako, y ésta parece que sí existió seguro. Era hija, madre y esposa de shogun.
A la muerte de su cónyuge decidió abandonar las armas y se hizo monja, pero luego dejó los hábitos y se lanzó a una vida guerrera, siendo conocida como la Monja shogun; algo que no debía ser raro porque también se le atribuyó a Tomoe Gozen, en una de las múltiples versiones de su biografía.
Tras una vida rocambolesca de conspiraciones y peleas, Hojo Masako falleció a los sesenta y nueve años.
Mochizuki Chiyome
Una variante de onna bugeisha es la que personalizó Mochizuki Chiyome en el siglo XVI: tras la muerte en combate de su esposo, el daimyo Takeda Shingen le encargó el reclutamiento y adiestramiento de una red femenina de agentes cuyos componentes recibían el nombre de kunoichi.
Hacían de espías, llevaban mensajes secretos codificados, asesinaban a enemigos destacados… Su memoria se ha perpetuado, algo deformada, en varios videojuegos y animes.
Nakano Takeko
Por último, es obligatorio mencionar a Nakano Takeko porque su intensa biografía no se enmarca en tiempos medievales sino en pleno siglo XIX, entre 1847 y 1868.
Dirigió un contingente de onna bugeishas llamado Joshitai en la batalla de Aizu, librada durante la Guerra Bolshin, contienda civil que enfrento al shogunato Tokugawa dominante con un grupo de clanes opositores que querían devolver el poder al emperador.
Las dos láminas del principio ilustran aquellos hechos. Nakano fue herida de un disparo (un flechazo, en otra versión) tras cargar contra el enemigo, naginata en mano, al frente de sus compañeras; para evitar caer prisionera se hizo el seppuku (su más fiel ayudante la decapitó en plena batalla) y las demás la enterraron en el templo de Hōkaiji, en Fukushima. En su memoria se celebra un festival cada año.
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