Probablemente no haya nadie que teniendo en mente pasar unas vacaciones en Nápoles no aproveche para acercarse hasta las ruinas de Pompeya, que se encuentran a pocos minutos. Aquella ciudad que alcanzó la inmortalidad gracias, paradójicamente, a su destrucción a manos de la ira del vecino volcán Vesubio, coinstituye el atractivo principal de esa parte del sur de Italia y garantiza el disfrute intenso de la visita, tanto si se es aficionado a la Historia como si se trata de un mero curioso.
Pero el aficionado lo vivirá con especial intensidad, por supuesto, dado el grado de preservación proporcionado por siglos bajo las cenizas (desde el año 62 d.C). Pasear por sus calles, cambiar de acera a través de un paso de cebra en relieve, ver el graderío del circo desde la arena, contemplar la silueta del Vesubio recortándose tras las columnas del foro, admirar los frescos y mosaicos de alguna villa, entrar al sorprendente lupanar, estremecerse ante las víctimas petrificadas o imaginar un baño en las termas, son algunas de las cosas que pueden hacerse a lo largo de una mañana o incluso de una jornada entera.
Pero hay otra más reciente que también tiene su gracia. En el paseo por las calles pompeyanas también se pueden ver algunos ejemplos de cauponas. Esta palabra latina se usaba para designar un tipo de local de hostelería que podríamos equiparar a los de comida rápida actual y, por tanto, diferente a otros del tipo thermopolium (bares) o las tabernas clásicas.
Se trataba de un tipo de negocio popular que servía comidas frías (queso, chacinas, vino) para tomar de pie, en un momento de descanso en el trabajo por ejemplo. No había mesas, aunque en algunos casos ofrecían alojamiento. En Pompeya se conserva algún que otro ejemplo de caupona, con su característico mostrador en forma de L y dotado de huecos circulares donde estaba la comida ofertada y desde los que se servía; el cliente podía consumirlos allí mismo o llevárselos.
Pues bien, todo aquel que quiera hacer el viaje completo a la antigua época romana de Pompeya ahora tiene la oportunidad de redondear la experiencia en el plano gastronómico gracias a la reciente apertura de Caupona , un restaurante montado al viejo estilo por el diseñador Nello Petrucci aprovechando la rehabilitación de un edificio en el número 2 de la Via Masseria Curato (que queda bastante cerca del recinto), reproduciendo un original pompeyano. Es cierto que no se trata de una caupona en sí, ya que la clientela es distinta y por ello hay mesas y comodidades.
De la cocina se ocupa Francesco di Martino, quien define el proyecto como «arqueo-experimental». Y no puede ser de otra forma si se tiene en cuenta que las recetas se basan en la adaptación creada por los chefs Robert Hare y Vincenzo Russo a partir de una obra clásica del tema como De re coquinaria. Escrita por el excéntrico gastrónomo Marco Gavio Apicio, que vivió en el siglo d.C. (durante los mandatos de Augusto y Tiberio), ese valioso recetario ha llegado a nuestros días gracias a la difusión que experimentó tras su reedición en 1498.
La gracia de un negocio así no está sólo en el tipo de menú que ofrece al público (o sea platos inspirados en las auténticas técnicas culinarias romanas) sino también en la ambientación del lugar (frescos y murales de los artistas Rosario Lamberti y Rosario Esposito, personal vestido a la usanza de entonces, comida servida en vajilla de terracota).
El conjunto aparenta una auténtica domus con su patio y su jardín. ¿Lo más divertido de todo? Los precios, pintados en las paredes, se expresan en sextercios y ases.
Vía: Napolike
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