En ocasiones se piensa en el reino vegetal en términos algo estrechos, limitando la capacidad de las plantas a prácticamente crecer, reproducirse y morir, sin más. Incluso se aplica la expresión «estado vegetativo» cuando alguien queda completamente inerte e incapacitado. Sin embargo, rascando un poco la superficie se pueden encontrar cosas asombrosas en ese mundo. Aquí hay diez ejemplos de plantas que hacen algo más.

1. Hura crepitan

Foto Paul Bolstad en Wikimedia Commons

Árbol típico de Sudamérica, muy especialmente de la amazonía y la cuenca del Orinoco, también conocido como jabillo.

Es fácilmente reconocible porque mide más de sesenta metros de altura y porque su corteza está recubierta de oscuras púas agudas venenosas que hacen que los indios -que usan la ponzoña para sus flechas- le den el divertido nombre de Subida cerrada a los monos. Pero no son la única amenaza.

Tienen unos frutos venenosos que al explotar hacen un fuerte ruido y expulsan semillas a tanta velocidad que pueden causar heridas importantes. Su madera es muy apreciada y por eso se introdujo en hábitats de otros rincones del planeta; ahora es una especie invasora.

2. Mimosa Pudica

Foto Emöke Dénes en Wikimedia Commons

Otra curiosa planta americana que se ha extendido por más sitios. Se la conoce como mimosa sensitiva, planta de la verguenza o no-me-toques, entre muchos más nombres.

De ello se puede deducir que lo interesante está en el efecto que se produce al tocarla: su rudimentario sistema nervioso hace que, al sentir el tacto, las hojas se plieguen siguiendo la dirección del tallo, de manera similar a cuando se cierra un paraguas, para presentar la menor superficie como defensa ante el peligro y aparentar estar marchita. El mismo efecto producen el calor o un soplido, por ejemplo.

3. Mesodinium chamaeleon

Foto Goh Nishitani & Mineo Yamaguchi en Wikimedia Commons

Descubierta en Dinamarca hace poco, en 2012, dejó confundidos a los científicos porque no es exactamente una planta sino un ser mitad vegetal y mitad animal. Se trata de un organismo monocelular que obtiene su energía de devorar otros organismos pero que usa la clorofila de las plantas que come para hacer su propia fotosíntesis.

Al parecer se la considera prima de las algas rojas que a veces, cuando se producen ciertas condiciones ambientales, cubren la costa y tiñen el mar.

4. Vachellia drepanolobium

Foto Marcjuul en Wikimedia Commons

Esta especie de acacia típica del arcilloso suelo del Este de África combina ciertas estructuras defensivas con las relaciones diplomáticas que mantiene con cierto tipo de hormigas.

Para defenderse de herbívoros locales como elefantes o jirafas, desarrolla delgadas espinas y bulbos huecos, llamados domatia, que no sólo sirven de hogar para colonias de hormigas sino que, además, el néctar que producen les sirve de alimento.

También se le llama Espina silbante por el característico sonido que produce el viento al soplar a través de los bulbos secos.

5. Ceratocaryum argenteum

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Foto Joseph Douglas Mandla White

Natural de la zona sudafricana de El Cabo, tiene una insólita forma de dispersar sus semillas: produce unas bayas aromáticas duras que huelen y se parecen mucho a los excrementos de antílope.

Eso atrae a los escarabajos peloteros, que los usan como refugio, almacén de comida y depósito de sus huevos; en el proceso de empujar rodando la baya, el escarabajo va diseminando las semillas.

Otras especies tienen una flor gigante con olor a carne podrida como señuelo atractor de polinizadores potenciales que suelen usar cuerpos de animales muertos. O la Ophrys apifera, que imita el aspecto y olor de una abeja para atraer a sus congéneres.

6. Populus tremuloides

Foto Famartin en Wikimedia Commons

Los habitantes más viejos de la Tierra son dos retorcidos pinos que se encuentran en las Montañas Blancas de California y en Nevada. Se llaman Methuselah (Matusalén) y Old Hara y se les calculan 4.845 y 5.062 años de edad respectivamente, lo que significa que ambos empezaron a crecer aproximadamente en la misma época en que cayó la I dinastía egipcia (la que construyó las pirámides de Giza) y en la que en Europa se erigió Stonehenge.

Su localización exacta no ha sido revelada para evitar que sean dañados. Eso en cuanto a individuos. Pero en el plano colectivo hay que reseñar una colonia de tremuloides, o álamos temblones, compuesta por 43.000 individuos clónicos que ocupan 43 hectáreas del estado norteamericano de Utah.

Esa colonia es conocida con el nombre de Pando y, en conjunto, constituye la forma de vida más grande y vieja del planeta, pues se le calculan entre 80.000 y un millón de años; lo que significa que germinó cuando el Homo erectus empezaba a usar el fuego.

7. Impatiens pallida

Foto SB Johnny en Wikimedia Commons

Algunas plantas pueden distinguir a miembros de su familia entre individuos de la misma especie por las exudaciones químicas de sus raíces y así compartir nutrientes con ellos de forma altruista.

Las raíces de Impatiens pallida, una especie común en América del Norte, crecen tan rápido como puede cuando detecta congéneres no relacionados genéticamente a su alrededor; pero si son familiares entonces pone mucho menos empeño en ello. La fuerza de la sangre. O de la savia.

8. Nicotiana tabacum

Foto PJeganathan en Wikimedia Commons

Hay plantas como el repollo que pueden emitir un gas volátil para advertir a otras de la presencia de insectos o herbívoros, pero generalmente sólo avisan a los miembros de su familia.

De hecho, ese agradable olor que tiene la hierba recién cortada es una señal de alarma de ésta, una especie de grito de advertencia de peligro. Sin embargo, la planta del tabaco puede comunicarse con otras, lo que explica por qué sus hojas del tabaco suelen ser más fuertes cuando crecen cerca de plantaciones donde se poda con frecuencia.

La comunicación química no es la única que hay en el reino vegetal pues, por sorprendente que parezca, hay casos en los que también se emplea el sonido; es lo que pasa con el maíz que emite un característico cliqueo.

9. Eucalyptus

Foto Shijan Kaakkara en Wikimedia Commons

Originario de la tierra reseca de Australia, el eucalipto ha desarrollado un auténtico arsenal para defenderse de los frecuentes incendios. No sólo resiste bastante bien al fuego gracias a la gruesa corteza que lo envuelve y a una considerable capacidad regenerativa, sino que sus hojas exudan un aceite inflamable que favorece las llamas.

¿Por qué? Para arrasar su entorno y ser así la primera especie en crecer de nuevo, ya que lo hace muy rápidamente (de ahí su extendidísimo aprovechamiento maderero). Es más, sus frutos no maduran normalmente sino que esparcen las semillas precisamente durante el incendio.

10. Dionaea

Foto TyshkunViktor en Wikimedia Commons

La planta carnívora por excelencia, capaz de devorar gusanos, insectos, ranas, pájaros e incluso, en alguna variedad, monos. Lo hacen al notar su presencia dentro de la «boca» merced a unos pelillos sensitivos.

La planta es capaz de evaluar la capacidad nutritiva de la presa contando la cantidad de veces que es tocada; al llegar a cinco se cierra la trampa atrapando la la presa y empezando a secretar enzimas digestivas que aumentan cuanto más esfuerzo hace la presa por escapar.


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