El espléndido entorno natural que constituyen los Andes y el río Perquilauquén, en la provincia chilena de Linares (región de Maule), hace que el sitio se haya convertido en un bucólico destino turístico en el que la comuna de Parral acoge visitantes ofreciendo alojamiento, gastronomía y actividades diversas. Un hotel de veintiún habitaciones con piscina, restaurante, área de juegos infantiles, tiendas de recuerdos y otras comodidades hace que nadie pueda siquiera imaginar que se trata de la nueva cara de un lugar con un pasado siniestro.

Y es que, hasta hace pocos años, el paisaje resultaba menos idílico: torres de vigilancia, alambradas, guardias armados… Por entonces, aunque oficialmente no era más que un asentamiento de inmigrantes alemanes, asentados a partir de 1961 con el nombre de Colonia Dignidad y bajo los auspicios de una sociedad benéfica, la realidad es que la imagen de vida armónica y tranquila ocultaba una doble cara: la del establecimiento allí de un centro de detención y tortura de presos políticos durante la etapa de Pinochet.

De hecho, llama la atención que hubiera germanos en un rincón tan apartado del país pero es que ese aislamiento era precisamente lo que se buscaba, ya que los primeros en llegar fueron criminales de guerra nazis huidos y sus familias, gracias al fundador de la colonia: Paul Schäfer, un médico excombatiente en la Segunda Guerra Mundial que tras el conflicto había creado un hogar para niños en su tierra pero al que la justicia alemana acusó de pederastia, por lo que escapó del país ayudado por la célebre red ODESSA. Como pasó con otros compañeros suyos, América del Sur fue el escondite escogido.

El hotel | foto Xarucoponce en Wikimedia Commons

Refugiado en el Chile del presidente Alessandri, fundó la Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad, que luego se rebautizó Colonia Dignidad; la palabra rebautizar es oportuna, por cierto, ya que el sitio se regía según los cánones de la iglesia baptista llevados al extremo. La educación y la sanidad eran gratuitas pero bajo la direccion de una mini dictadura que practicaba la segregación por sexo y separaba a los hijos de sus padres para adoctrinarlos, prohibiendo además las relaciones afectivas no autorizadas. Una especie de secta en la que Shäfer pudo volver a la pederastia sin problemas.

Los militares chilenos eligieron aquel sitio por lo apartado y porque contaba con unas instalaciones apropiadas, ya que había búnkeres, una enfermería, túneles subterráneos, pista de aterrizaje… Incluso se rumoreó sobre la fabricación de una bomba atómica y armas químicas. Pero en 1990, con el cambio de régimen y el establecimiento de la democracia, empezarón a surgir voces críticas contra la Colonia Dignidad, algunas de ex-miembros que se habían fugado del lugar. Siete años después, Schäfer empezó a ser investigado por una treintena de nuevas denuncias de abusos sexuales a niños y desapareció sin dejar rastro.

En 2005 un equipo de periodistas le encontró en Argentina. Extraditado a Chile, también Alemania y Francia le reclamaban para juzgarle por delitos del mismo tipo cometidos antes de salir de Europa. Finalmente fue condenado (junto a una veintena de ayudantes) por abusos y violaciones infantiles pero también porque en la colonia, que había sido ocupada por el gobierno, se halló un arsenal. Murió en la cárcel en 2010, enorgulleciéndose de su obra.

Colonia Dignidad, cuyo nombre se cambió por el más amable de Villa Baviera, siguió adelante sin su líder pero bajo una concepción completamente distinta: como una comunidad más ya que, de los tres centenares de miembros que tenía, algo más de cien decidieron quedarse. Ahora forman un complejo turístico que trata de olvidar aquella dolorosa historia y rezuma un vistoso sabor teutón: pantalones de cuero, sombreros tiroleses, cerveza, salchichas, calesas para pasear, cornamusas, bailes folklóricos, la inevitable Oktoberfest…


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