Resistió asedios, fue tomado y reconquistado varias veces, sobrevivió a varias batallas y cambió de manos constantemente a lo largo de los azarosos avatares con que la Reconquista tiñó de sangre el Medievo español. Pero al final fue el inexorable paso del tiempo el que pudo con él y se hizo urgente una restauración que, una vez concluida, ha levantado revuelo no sólo en nuestro país sino también en el extranjero. El Castillo de Matrera, dicen los más críticos, ha sido destruido por aquellos que deberían haberlo salvado.

Echemos un vistazo a la Historia, antes de nada. Esta fortaleza está situada en Villamartín, una pequeña localidad de la provincia de Cádiz, de cuya capital la separan 80 kilómetros (de hecho está más cerca de Sevilla) y que se encuentra dominada por el Cerro Pajarete, elevación orográfica de 523 metros de altitud que siempre, desde muy antiguo, constituyó un punto estratégico idóneo para controlar la zona. Por eso el castillo se construyó en su cima.

Fue en el siglo IX, por iniciativa de Omar ibn Hafsún, un guerrero andalusí de origen hispano-godo que lideró una rebelión contra el Emirato de Córdoba entre los años 880 y 918 d.C, después de ser injustamente marginado de ascensos y progresión social, debido a su condición de muladí, frente a los árabes puros. Ibn Hafsún trajo de cabeza a los omeyas con la ayuda de bereberes y mozárabes, y llegó a crear un auténtico estado propio que se extendía desde Jaén y Elvira hasta Sevilla, quedando en su esfera de influencia Málaga, Granada y parte de Córdoba misma.

Al final no pudo imponerse a la fuerza de Abderramán III y, derrotado, terminó falleciendo en el año 918. Su clan continuó la lucha pero ya en condiciones de inferioridad y sus familiares tuvieron que marchar al exilio. Abderramán entró en su capital, Bobastro, mandó exhumar el cadáver del rebelde y lo crucificó simbólicamente junto a sus hijos, por haber apostatado del Islam, ya que se había convertido al cristianismo 19 años antes (de hecho, su hija fue Santa Argentea).

Foto Alejandro Pérez Ordóñez en Wikimedia Commons

Pues bien, Omar ibn Hafsún (o Samuel, que tale era el nuevo nombre que adoptó tras aceptar la nueva fe), fue el responsable de la erección de varios castillos. El de Bobastro fue el más significativo pero también levantó el de Matrera para poder defender la Cora de Takoronna (cora era el tipo de demarcación territorial con que los musulmanes dividieron Al Ándalus durante la etapa cordobesa englobando, en este caso, el entorno de la Serranía de Ronda). Por supuesto, no se conservó el aspecto original, ya que en el siglo XIII, lo tomó Fernando III y lo reconstruyó. En la siguiente centuria volvió a manos musulmanas y después lo ocupó la Orden de Calatrava hasta que Alfonso XI lo cedió a Sevilla; a partir de ahí, resistió todos los intentos de recuperación llevados a cabo por el Reino de Granada.

Una torre del homenaje inexpugnable protegida por saeteras y un farallón natural (y muros de 3 metros de grosor), un enorme albácar o patio de armas elíptico (185 metros de diámetro) con varias puertas albarranas y un perímetro amurallado que rodeaba el conjunto y alcanzaba una longitud total de medio kilómetro -incluía 4 torreones defensivos-, formaban aquel soberbio complejo que, sin embargo, no pudo resistir el abandono en épocas posteriores y devino en ruina. En 2013, intentando asentar la maltrecha torre, se consiguió el efecto contrario y se desmoronó.

Este 2016 se acometió entonces un plan de restauración autorizado por la Junta de Andalucía (a la que algunos acusan de ignorar las advertencias sobre el mal estado del castillo) que, sin embargo, ha cosechado grandes críticas. De la dirección se ocupó el arquitecto Carlos Quevedo Rojas, un experto en el tema, mientras que los trabajos los llevó a cabo una empresa local de construcción que rellenó los huecos con hormigón intentando reproducir las formas originales: las 3 plantas de la torre del homenaje que se habían venido abajo junto con sus interesantes bóvedas de medio cañón, una de lajas y otra de ladrillo. La polémica es doble porque la ley prohibe este tipo de reconstrucciones y hay un factor extra: aunque el castillo está catalogado como Monumento Nacional y Bien de Interés Cultural, es de propiedad particular.

La cuestión ha saltado de boca en boca por las redes sociales, donde comparan el caso con el famoso Ecce homo de Borja, e incluso ha saltado al ámbito internacional. En ese sentido, son muchos los medios extranjeros que se han hecho eco del asunto. The Guardian, por ejemplo, tacha de «serio problema» la conservación del patrimonio español y el Daily Mail pregunta con sorna si se trata del peor proyecto de restauración del mundo.


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