A veces la ciencia se encuentra con situaciones difíciles que no tiene muy claro cómo solventar, optando a menudo por dejarlas aparte y estudiarlas con calma hasta que se encuentre una solución satisfactoria. Algo así es lo que ha pasado con el llamado Tullymonstrum, que ha tenido desconcertado al mundo científico para ubicarlo taxonómicamente y que, tras décadas de ser considerado un invertebrado, ahora parece que se le da una vuelta de tuerca y pasa a ser vertebrado.
Esta historia comenzó en 1958 en Illinois (EEUU), cuando un coleccionista de fósiles encontró la pieza más extraña que había visto nunca: una insólita y pequeña criatura (veinte centímetros de longitud), de aspecto dudoso, que enseguida envió al Field Museum of Natural History para que la registrara.
Como el coleccionsita se llamaba Francis Tully, la bautizaron con el nombre de Tullymonstrum gregarium. Aparentemente, se trataba de un animal de cuerpo blando, con una especie de aletas, una larga trompa dentada y unos apéndices que podrían terminar en ojos o algún otro tipo de órgano sensitivo, de forma similar a los de los caracoles.
Se cree que vivió en aguas costeras, tropicales y fangosas, durante el Carbonífero Superior (hace unos trescientos millones de años). Su conservación era bastante buena gracias a que quedó cubierto por el barro con rapidez, algo común en el yacimiento donde se hallaron la mayoría de ejemplares descubiertos, el de Mazon Creek, en el citado estado norteamericano que, no exento de humor, nombró fósil oficial de Illinois a Tullymonstrum (más popularmente conocido como Monstruo de Tully). De hecho, por esos lares es común ver reprersentaciones suyas por todas partes, tal cual pasa aquí con el toro de Osborne.
Sin embargo, los paleontólogos no tenían muy claro qué filiación darle. Es decir, tenían el ejemplar pero no sabían interpretarlo con seguridad. Así, si siempre lo consideraron un invertebrado, un estudio publicado hace unos días por la revista Nature le ha dado la vuelta al asunto, pasando a encuadrarlo entre los vertebrados.
Dicho estudio corrió a cargo de un equipo de expertos de la Universidad de Yale encabezado por la doctora Victoria McCoy, que analizaron con detalle todos los aspectos del animal; no sólo del hallado por Tully sino también de otros mil doscientos ejemplares de la colección del citado museo.
Según explican, Tullymonstrum tiene una aleta caudal, una cuerda dorsal prolongada en una trompa articulada y bolsas branquiales, elementos que lo hacen muy parecido a la especie Petromyzontida, comúnmente conocida como lamprea; de ahí que las últimas recreaciones artístico-científicas hayan optado por dotarlo de un color parecido. Todavía quedan cosas por aclarar, como confirmar que se alimentaba de seres más pequeños (para eso tenía ocho dientes en su trompa) y que se movía utilizando exclusivamente la cola, por lo que el Monstruo Tully, que es lo que significa su nombre, seguirá dando juego en el futuro.
Fuentes
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