Muchas de las islas que existen a lo largo de la costa norteamericana son destinos para viajeros o, al menos, susceptibles de convertirse en lugares de interés turístico, aunque estén muy apartadas de las vías de comunicación y pese a que buena parte de ellas no se ajustan a la idea preconcebida de clima tropical.

Está claro que, salvo excepciones, quien busque playa, sol garantizado y cierto exotismo no debería mirar a América del Norte, excluyendo México y las costas sureñas de Estados Unidos.

Pero, aún así, entre este último país y Canadá hay un puñado de territorios insulares que bien merece un viaje por las costas. Y, para demostrarlo, ahí van diez ejemplos.

1. Mackinac (EEUU)

Foto Gsgeorge en Wikimedia Commons

Inmortalizada en una película (Somewhere in time), su característica más curiosa es el acuerdo que alcanzaron sus habitantes para prohibir los vehículos a motor. Lo gracioso es que lo hicieron mucho antes de que aparecieran conceptos como cambio climático, sostenibilidad y contaminación: ¡en 1898! Por eso nada más bajarse del ferry y toparse con un tráfico rodado consistente en coches de caballos produce la inevitable sensación de viaje en el tiempo.

En realidad tampoco hacen falta automóviles en un lugar de sólo 9,8 kilómetros cuadrados y situado entre los lagos Michigan y Hurón. Un sitio estratégico para controlar la navegación por esas aguas, de lo que es muestra Fort Mackinac, la fortaleza que construyeron los británicos en el siglo XVIII actualmente reconvertida en monumento nacional y museo del parque estatal que es la isla.

15.000 personas diarias la visitan en temporada alta, atraídas, entre otras cosas por dos hoteles con solera (el Gran Hotel y el Mission Point) y un dulce típico de mantequilla y azúcar llamado fudge.

2. Príncipe Eduardo (Canadá)

Foto Wikimedia Commons

Por sí sola es la provincia más pequeña del país, con 5.520 kilómetros cuadrados. Se ubica en el golfo de Saint Lawrence y era la tierra originaria de los indios mi’kmac, aunque fueron expulsados por los británicos después de que las tropas de Su Graciosa Majestad se impusieran a las francesas, rebautizando la isla (los nativos la llamaban Abegweit). Sin embargo, también recibe el apelativo de Cuna de la Confederación porque en 1864 fue una de las cuatro provincias primigenias del Canadá independiente.

No hay que viajar a la isla del Príncipe Eduardo con la idea de tomar el sol, claro. A cambio, los canadienses insulares son muy acogedores y el marisco local tiene fama de exquisito, tanto que cada mes de julio incluso se celebra un July Lobster Carnival (Carnaval de la Langosta). Los aficionados a la literatura, que sepan que en esta isla se desarrolla Ana de las Tejas Verdes, la novela infantil de Lucy Maud Montgomery.

3. South Bass (EEUU)

Foto James St.John

La enorme extensión de los Grandes Lagos facilita que haya numerosas islas en el interior de EEUU y Canadá. Una de las menos conocidas, por estar en el estado de Ohío, es South Bass, en el lago Erie.

Forma parte de un grupo de 5 y mide apenas 6 kilómetros de largo por 2,5 de ancho, contando con un pueblo, Put-In-Bay, al que se llega en ferry o a través de un aeródromo.

Put-In-Bay es un sitio muy turístico en verano hasta el punto de ser conocido como el Cayo Hueso del lago Erie, si bien otro de sus atractivos es el patrimonio histórico que recuerda las batallas locales de 1812. Una gracia especial se la dan los carros de golf, el medio de transporte más habitual en la isla.

4. Pelee (Canadá)

Foto Candace Nast en Wikimedia Commons

Al otro lado del lago Erie, en la parte habitada más meridional de Canadá, está este pedazo de tierra plana y pantanosa de 14,5 kilómetros de longitud por 5 de ancho cuyo clima templado lo hace históricamente propicio para cultivos vinícolas, tabaco y cereales.

Al ser pródiga en faisanes y punto de paso para aves migratorias, suelen darse cita allí cazadores y ornitólogo, aunque también llama la atención el viejo faro que da nombre al parque (Lightouse Point) y una roca (Huida’s Rock) con una trágica leyenda de amoríos interraciales.

5. Shelter (EEUU)

Foto Darshanbib en Wikimedia Commons

Cuando tienen vacaciones, muchos neoyorquinos corren frenéticamente hacia los Hamptons. Sin embargo, tienen bastante más cerca esta isla ubicada en el extremo sur de Long Island, que además está menos masificada puesto que apenas viven en ella 2 millares de personas y en verano no superan las 8.000.

Tiene 32 kilómetros cuadrados abundantes en marismas y humedales de gran valor ecológico, hasta el punto de que un tercio del territorio insular pertenece a The Nature Conservancy. No faltan las excursiones de naturaleza y deportes al aire libre.

6. Manitoulin (Canadá)

Foto P199 en Wikimedia Commons

Cuando los jesuitas llegaron a Manitoulin en 1648 llevaban consigo, sin saberlo, enfermedades europeas que acabaron con la población local de ojibwas. La isla quedó desierta más de un siglo hasta que la expansión colonizadora la repobló.

Hoy en día, varios miles de descendientes de aquellos indios viven en ella con su propio régimen.

Así pues, Manitoulin es un territorio con una considerable comunidad indígena, lo que atrae a muchos curiosos durante la celebración en agosto de su powwow, es decir, una reunión festiva de nativos en la que confraternizan compartiendo costumbres y ofreciendo a los asistentes ejemplos de su cultura: danzas, artesanía, etc.

7. Martha’s Vineyard (EEUU)

Foto Quinn Dombrowski en Wikimedia Commons

Esta isla de Massachussets de 33 kilómetros de largo debe su nombre a su descubridor, el inglés Bartholomew Gosnold, que la llamó así por su hija en 1602. Junto con Nantucket, el lugar en que empieza la novela Moby Dick, fue el principal centro ballenero del país durante el siglo XIX.

Sin embargo, hoy ha reconvertido su economía y el turismo ocupa el lugar de aquella industria como motor. Tanto que fue necesario poner coto al crecimiento desmesurado.

Apenas queda resto de los pacíficos indios wampanoags pero hay otros atractivos. Los cinéfilos puede que reconozcan sus playas y calles porque en ellas se rodó Tiburón, simulando ser Long Island.

8. Quadra (Canadá)

Foto David Stanley en Wikimedia Commons

Si alguien quiere conocer el Ártico, esta isla del archipiélago Discovery, situada entre Vancouver y la Columbia Británica, puede ser un buen punto de partida para aclimatarse. La población es escasa pero aún viven allí los indios shalish y kwagiult ofreciendo un rico comercio de artesanía, de la que hay que destacar los bellos tótems policromados; incluso hay un museo sobre ellos.

La gente se engrosa levemente con turistas que acuden para avistar ballenas, aves y otros animales salvajes en libertad. Los españoles tenemos un motivo extra porque el primer navegante que pasó por allí -y dio nombre al lugar- fue el explorador Juan Francisco de la Bodega y Quadra, durante una expedición que buscaba el famoso paso del noroeste a mediados del siglo XVIII.

9. Alcatraz

Foto Frank Schulenburg en Wikimedia Commons

No todas las islas estadounidenses están en la costa Este, el Caribe o los Grandes Lagos. Ésta tan famosa se encuentra en el Pacífico, frente a la costa de San Francisco, y todo el mundo la identifica fácilmente por la prisión que albergó entre 1934 y 963 (antes había sido prisión militar).

De hecho, la cárcel aún está allí, sólo que ha trocado su uso penal por el turístico, acrecentado por su aparición en numerosas películas.

En realidad, no sólo se puede visitar el edificio sino también otras partes de la isla, pues tiene senderos para recorrerla y contemplar la fauna local. Y no hay que olvidar la magnífica vista que hay desde allí al imponente Golden Gate.

10. Baffin (Canadá)

Foto Ansgar Walk en Wikimedia Commons

Si antes proponía Quadra Island como base para acceder al Círculo Polar Ártico, Baffin se inscribe ya plenamente en su ámbito, al estar entre Groenlandia y la costa continental norte canadiense.

Se trata de la isla más grande de América del Norte , con 507.451 kilómetros cuadrados, y debe su nombre al explorador británico que la descubrió. Eso sí, ya estaban allí los inuit (esquimales), que la llaman Qikiqtaaluk.

Montañosa y fría, los turistas visitan la isla por múltiples razones, empezando por la naturaleza -observación de cetáceos y osos polares, contemplación del sol de medianoche, parque naturales con glaciares y fiordos-, siguiendo por los deportes al aire libre -senderismo, remo- y terminando por conocer las comunidades indígenas -ofrecen la posibilidad de pernoctar en sus tiendas-.


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