Que la llegada de los primeros europeos a América y el levantamiento de los primeros asentamientos significó el comienzo del fin para las comunidades nativas es algo admitido generalmente por los historiadores. A la despoblación como resultado de enfermedades y violencia le siguió un proceso de destrucción instantánea y omnipresente. O al menos eso es lo que se pensaba hasta ahora.
Un nuevo estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences apunta a que los efectos de la llegada de los europeos pudieron no ser instantáneos sinó escalonados y desiguales dependiendo de las zonas. Algunas áreas habrian experimentado muy pocos cambios desde el contacto inicial, y así se habrían mantenido durante mucho tiempo.
Esto a su vez conllevaría una serie de implicaciones sobre las consecuencias climáticas de las interacciones post-colombinas, desafiando varias teorías que vinculan a la destrucción de las poblaciones nativas el desarrollo del Antropoceno.
Según estos modelos una caida repentina de la población indígena habría producido un rebrote significativo de la vegetación en áreas anteriormente deforestadas para la construcción de aldeas. La consecuencia habría sido la mayor captura de dióxido de carbono de la atmósfera por los árboles, lo que habría sido la posible causa de un enfrimiento global y finalmente de la Pequeña Edad del Hielo.
Todas estas teorías son cuestionadas en el estudio publicado ahora por un equipo de investigadores digirido por Matthew Liebmann, de la Universidad de Harvard. Analizando asentamientos antiguos en la zona de Jemez en Nuevo México mediante una combinación de técnicas arqueológicas y dendrocronología, pudieron determinar como afectó a las poblaciones nativas la llegada de los europeos, y como esto alteró el medio ambiente.
Las conclusiones son que las poblaciones se mantuvieron estables en la región de Jemez hasta 1620, y cayeron un 87 por ciento en las siguientes seis décadas. Aunque estos pueblos fueron de los primeros en tomar contacto con los europeos su destrucción no se produjo hasta que se establecieron los primeros asentamientos misioneros en la zona. Esto sugiere, según el estudio, que las poblaciones indígenas no fueron exterminadas en una sola oleada sino que lo hicieron una vez comenzaron las interacciones diarias y continuadas.
Según Liebmann su estudio contradice la vieja idea de que las enfermedades se extendieron por el continente americano casi inmediatamente. La realidad es mucho más complicada.
Via IFLScience
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