Hace unos días contaba aquí la historia del Grinch, personaje navideño anglosajón nacido a finales de los años cincuenta del siglo XX de la pluma de un escritor y popularizado por la televisión, más recientemente por el cine. Hoy toca hablar de otro de esos seres no humanos que protagonizan estas fechas, sólo que, pese a que a primera vista parece tener ciertas similitudes, en realidad es completamente diferente. Me refiero al Krampus.

Es verdad que sí hay una cosa que los une, Navidad aparte, y es que este año se ha estrenado una película que seguramente difundirá la imagen del Krampus entre quienes nunca hayan oído hablar de él.

Pero, por lo demás, tiene un aspecto más terrorífico, no es anglosajón sino germano y acumula mucha, muchísima más edad que el bisoño Grinch. Encima, este último se redime al final mientras que el monstruo teutón sigue ejerciendo su malvado papel año tras año.

Krampus

El Krampus tiene una apariencia demoníaca, con largos y retorcidos cuernos, patas de cabra, cuerpo peludo y una larga lengua de intenso color rojo. Cargado de cadenas -o esquilones, según versión-, porta un sarmiento con el que azota a todo aquel que se cruza en su camino -preferentemente chicas lozanas- y un cesto a la espalda en el que mete a los niños que se han portado mal ese año, llevándoselos a su cubil. Se trata, pues, del lado oscuro de la época navideña, el Yang de Santa Claus.

Sale durante la llamada Krampusnacht, o sea, la Noche del Krampus, que es el 5 de diciembre. Y lo hace, al parecer, desde largo tiempo atrás: algunos sitúan su origen antes del cristianismo, acaso como evolución de algún personaje de la mitología germánica, pero claramente relacionado con la celebración de la llegada del solsticio de invierno. Se deduce, por tanto, que su presencia se extiende por los países centroeuropeos, desde Austria a Alemania pasando por la República Checa, Eslovenia, Croacia, Hungría, Suiza, Holanda y hasta la región francesa de Alsacia.

Krampus 2

En cada uno de esos sitios, incluso en regiones dentro de ellos, reviste ligeras variantes y recibe un nombre diferente: Klaubuf, Pelzebock, Schmutzi, Knecht Tuprecht… aunque Krampus parece imponerse de forma genérica para todos. El caso es que en muchos pueblos se celebra una Krampusnacht con docenas de figurantes disfrazados, recorriendo las calles entre aullidos y tañidos de campana e iluminados por la luz de las antorchas que llevan.

En ese sentido, la noche más célebre es la que se hace en Innsbruck, donde salen casi un centenar de krampusse aterrorizando y divirtiendo a los curiosos en la misma medida. Al final, la aparición de Santa Claus se impone y, derrotados, se quitan sus máscaras. Entonces los niños les dan la puntilla comiendo figurillas de chocolate con la forma del Krampus.

Una curiosidad: a menudo los figurantes acaban a tortazo limpio entre ellos, quizá poseídos por el espíritu pérfido del ser al que interpretan (o por el exceso de alcohol que suelen llevar encima).

Foto 1: Johann Jaritz en Wikimedia


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