Las nuevas tecnologías revolucionan una y otra vez la metodología de conservación y restauración de todo tipo de cosas, por ejemplo desde las cotidianas (envasado al vacío de alimentos) a las médicas (congelación de embriones para su reutilización) pasando por las culturales (sustitución de los libros de papel por el formato digital) y muchas más. En el plano histórico, la documentación pasó primero a ser microfilmada y luego digitalizada. Ahora se empieza a aplicar sistemas a monumentos in situ y un buen ejemplo de ello es lo que se está haciendo con las pirámides de Giza.
Giza es una localidad situada a unos veinte kilómetros de El Cairo (Egipto) pero incluida en su área metropolitana. Su fama viene de la meseta que hay a las afueras, donde unos 4.600 años se levantó una necrópolis funeraria compuesta por tres grandes pirámides (de los faraones Keops, Kefrén y Micerino), la famosa Esfinge, varias pirámides menores de las reinas, otro tipo de tumbas (mastabas de los funcionarios y cortesanos), templos hoy en ruinas, una calzada que los comunicaba con el Nilo y la ciudad de los artesanos que trabajaron en todo ello.
Las pirámides impresionan y fascinan a partes iguales por su mero aspecto. Pero también porque aún siguen envueltas en cierto halo de misterio, conservando algunos enigmas quizá para su resolución por generaciones futuras. Es algo que también pie a multitud de disparates que persisten en el tiempo, como las estrambóticas atribuciones sobre su autoría o las teorías desfasadas y pueriles respecto a su uso, una de las cuales todavía se le recordó hace poco a un candidato a la presidencia de EEUU (Ben Carson, que dijo que eran los graneros del rey David).
A despecho de ciertas lagunas, la ciencia sigue empeñada en someterlas a análisis e inspección bajo la pauta de la más puntera arqueología actual. Así, tenemos el caso de CyArk, una organización sin ánimo de lucro que se dedica a obtener digitalmente imágenes 3D de sitios del Patrimonio Mundial de la UNESCO -ya lleva medio millar, entre ellos la Puerta de Brandemburgo o el Zigurat de Ur- utilizando un láser no invasivo.

Es una técnica que permite auscultar esos sitios sin necesidad de tocarlos ni mucho menos abrirse paso por su interior. Pero no es la única. Precisamente la Gran Pirámide, la más grande y antigua del trío, mandada construir por el faraón Kéops (Kufu en egipcio) para que le sirviera de sepulcro mediante 2.300.000 bloques de piedra que la hacen alcanzar 139 metros de altura (con el piramidión que remataba su cúspide serían 146), ha sido sometida recientemente a un concienzudo análisis mediante termografía infrarroja para comprobar las diferencias de temperatura que hay en las piedras y deducir así la posibilidad de algún vacío tras ellas (foto anterior).
Y es que el interior de esa mole no es macizo, aunque casi. Hay varias cámaras, tres de ellas principales (las del Rey, la Reina y Subterránea, esta última en el subsuelo), varios pasadizos, canales de ventilación y la Gran Galería de 47 metros de longitud y 8 de altura. Circular por ahí dentro no es fácil y algunos de esos sitios no son accesibles, menos aún con sistemas audiovisuales, de ahí la utilidad de los sistemas de prospección basados en la temperatura.
Confrontando el análisis de la superficie exterior, caliente por recibir continuamente los rayos del sol, con la interior es posible detectar zonas mucho más frías que podrían deberse a corrientes de aire. Y si circula el aire es porque existe un canal para ello, indicando su localización más o menos aproximada a los arqueólogos para que puedan intentar abrir un paso hacia esa zona. Algo en lo que trabajan las autoridades egipcias en colaboración con expertos de National Geografic, presumiblemente con la idea de que el público pueda visitar esos recovecos.
Es una cuestión polémica y no todo el mundo está de acuerdo en algo tan invasivo, aunque se puede comprender por la necesidad de ofrecer algo nuevo y tentador al turismo, tan de capa caída en el país últimamente. En ese mismo sentido se han abierto al público nuevas tumbas en el Valle de los Reyes, tal como reseñábamos hace poco en un post. De hecho, otros técnicas sirven para encontrar más ruinas que engrosen el patrimonio de Egipto: los análisis infrarrojos realizados por satélites han ayudado a localizar pirámides que estaban enterradas y los robots, cada vez más sofisticados y versátiles, pueden penetrar con cámaras hasta rincones que a nosotros nos resultan imposibles (uno alcanzó en 2002 la Cámara de la Reina por un conducto virgen). Por tanto, seguramente la Gran Pirámide aún tenga mucho que decir.
Fuentes
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