Visitar la Toscana es una de las experiencias más gratificantes de un viaje por Italia, tratándose de una región bella por naturaleza (quizá la que más del país, especialmente en primavera y otoño) y llena de atractivos monumentales e históricos. Si acotamos un poco más, hay ciertos sitios que brillan con luz propia, como Florencia, Pisa o Siena, que son los de mayor renombre. Pero existen multitud de rincones poco o nada conocidos que son perfectamente capaces de satisfacer a cualquiera, y uno de ellos es Vaglia.
Vaglia es un pequeño pueblo de poco más de cinco mil habitantes que, sin embargo, conserva un lugar Patrimonio de la Humanidad como parte del conjunto de Villas y Jardines Médici toscanos.
Se trata de la Villa Pratolina, encargada por Francisco de Médici al arquitecto Bernardo Buontalenti para regalársela a su amante veneciana Bianca Cappello, con la que se casó en 1579. Los jardines, de estilo manierista, fueron el escenario nupcial.
Lamentablemente, tras la muerte de su dueño, el lugar quedó abandonado y muchas de las esculturas que lo decoraban se trasladaron a Florencia, colocándose en los Jardines de Bóboli que se encuentran detrás del Palacio Pitti. Pero no todas. Al menos hubo una que permaneció en el sitio original, dada la imposibilidad de moverla: el llamado Coloso Apenino, obra del célebre escultor francés Giambologna, conocido en España como Juan de Bolonia y autor de la estatua ecuestre de Felipe III que se puede ver en la Plaza Mayor de Madrid.
La idea del artista era homenajear a los Apeninos, cadena montañosa de millar y medio de kilómetros que recorre la península italiana longitudinalmente desde el golfo de Liguria hasta Calabria, como un eje norte-sur. Para ello, aprovechó un enorme afloramiento rocoso al borde de un lago artificial, tallando su parte exterior con la forma de un dios de la montaña que parece salir de la misma roca (salvo la cabeza, que es un añadido de ladrillo con soportes de hierro).
La figura mide diez metros y medio de altura, apoyándose sobre su brazo izquierdo para aplastar un pez-fuente. Determinadas partes como el pelo o la barba fueron realizadas usando cemento y lava, confiriéndole un efectista aspecto húmedo, muy dinámico.
Sin embargo, la verdadera sorpresa para el visitante está en el interior del coloso, que es hueco: había una gruta natural a la que se entra por la parte posterior y que Giambologna amplió, creando varias estancias repartidas en tres plantas, con ventanas bajo la barba y las axilas. Originalmente incluía una chimenea que hacía salir humo por la nariz de Apenino.
La Villa Pratolina fue pasando de mano en mano y sus dueños incorporaron algunas reformas que la transformaron en un jardín inglés. En 1872 la adquirió el príncipe Paolo Demidoff, cambiando su nombre por el de de Villa Demidoff, que aún mantiene hoy en día aunque ahora es propiedad pública de Florencia y se puede visitar en verano y otoño, desde mayo hasta finales de octubre.
Descubre más desde La Brújula Verde
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.