Si hay sueños, elefantes, panteras, cerveza e incluso lagos ¿por qué no podría haber también una playa de color rosa? Literalmente quiero decir, no en sentido metafórico. Pues la hay, la hay. Y muy cerca además: no en un país exótico o un atolón perdido en el océano -que también porque no es la única- sino en la vecina Italia.

Concretamente, en la isla Budelli, que forma parte del archipiélago de La Maddalena y está situado en el Estrecho de Bonifacio, entre Córcega y Cerdeña (pertenece a esta última). Es un pedazo de tierra de poco más de kilómetro y medio cuadrado de superficie con aproximadamente doce de litoral y sin apenas elevación, pues el punto más alto, el monte Budello, mide sólo ochenta y siete metros.

No obstante, el lugar está protegido bajo la clasificación de Parque Nacional porque allí se encuentra el que probablemente sea uno de los paisajes más fantásticos -y, sin embargo, menos conocidos- de Europa: la Spiaggia Rosa. Traducido, la Playa Rosa. Un rincón de la zona sureste que se caracteriza porque su arenal es de ese inaudito tono. Parece un decorado de Mi pequeño pony.

Foto Luca Giudicatti en Wikimedia Commons

Ello se debe a que los sedimentos que forman la arena son minúsculos fragmentos de valvas, moluscos y corales Miniacina miniacea, un foraminífero cuyo hábitat se ubica en las praderas de posidonia, que es la fanerógama marina más importante en el Mar Mediterráneo. Estos corales rosáceos son abundantes en los alrededores y se rompen por la acción de las olas o de animales, acumulándose en acreciones, o sea, lugares más o menos abrigados y cerrados como bahías o ensenadas; en este caso la Cala di Roto.

Durante el proceso se fusionan con los otros restos de conchas, adoptando ese color tan peculiar. De hecho, tiempo atrás la gente solía llevársela a casa como recuerdo pero fuera de su ambiente perdía el tono, volviéndose blanca. Al respecto hay que aclarar que la capa rosa es bastantes fina, de unos veinte centímetros, lo que le confiere un delicado estado y, a veces, la dificultad para percibir bien el color al acumularse sobre todo en la orilla.

Miniacina miniacea | foto etrusko25 en Wikimedia Commons

De todas formas, el sitio es lo suficientemente bello como para haber enamorado, hace tres años, a un banquero neozelandés amante de la ecología que invirtió tres millones de euros en comprar la isla Budelli, siempre bajo la promesa de respetar el paisaje.

De ahí la mala noticia para quien aspire a tumbarse en Spiaggia Rosa a tomar el sol: está cerrada al público desde 1994 (año en que se creó el Parque Nazionale Arcipielago della Maddalena) y únicamente se admiten visitas en excursiones en lancha desde la cercana Spiaggia del Cavalere, con guía del parque.

Alternativas, para quien pueda costeárselas, son Harbour Island (Bahamas), Great Santa Cruz (Filipinas), Pantai Mera (Komodo, Indonesia), Elafonisi (Creta, Grecia), Tangsi (Lombok, Indonesia) o Sveti Stefan (Montenegro), todas ellas de arenas rosadas pero repartidas por el mundo.


Te puede interesar

  • Compártelo en:

Descubre más desde La Brújula Verde

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Something went wrong. Please refresh the page and/or try again.