Aunque de un tiempo a esta parte los carteles cinematográficos han perdido buena parte de su esplendor y, salvo excepciones, se limitan a mostrar una sosa foto de sus protagonistas, hubo una época en que eran mucho más trabajados, auténticas obras de arte en algunos casos que resumían en una sola imagen el argumento de la película.
De hecho, hay ilustradores que alcanzaron cierta fama en esa especialidad, reflejando el estilo artístico imperante en el momento: gente de la categoría de Fernand Léger, Alain Cuny o Boris Bilinsky dejaron muestra del expresionismo, el constructivismo, el pop y otras vanguardias. Hay que tener en cuenta que, hasta la llegada de los ordenadores, la técnica habitual era la pintura.
A ellos les siguieron auténticos especialistas, considerados ya clásicos, como Saúl Bass, John Alvin, Richard Amsel, Tom Jung, Robert Peak, Drew Struzan, Richard Amsel, Vic Fair e incluso aclamados dibujantes de cómic como Frank Frazetta, entre otros muchos. Hasta en España tenemos nombres de referencia, como José Perís Aragó, Jano o Mac.
Los carteles son perfectos embajadores de los filmes; hacen reconocibles a éstos y vienen a ser una insignia suya, un banderín de enganche para atraer al público a las salas de cine. Ahora bien, para ello es necesaria una buena conjugación de sus elementos: una elección adecuada de la imagen principal, la tipografía del título, la colocación de los créditos, un eslogan pegadizo, etc. ¿Qué pasaría si se les eliminan ciertos iconos como el título o las figuras humanas, por ejemplo?
La respuesta a esto nos la da Madani Bendjellal, un francés experto en comunicación visual y dirección artística que ha hecho una serie de piezas en esa línea: pósters de cine mutilados, vacíos de su contenido principal, que los dejan con un extraño aspecto incompleto, raro.
Algún caso podría funcionar aún como ilustración por su belleza paisajística y efectista (el de Apocalypse now o el de 127 horas) pero en otros queda una sensación desoladora (aunque tampoco exenta de cierta gracia), como en los de Tiburón o Forrest Gump, con el azul del mar y un banco solitario respectivamente.
Sin embargo, los hay que resultarían difíciles de identificar para buena parte del espectador, véase La naranja mecánica o Alien. El caso de Regreso al futuro quizá sea el más insólito, con un llameante DeLorean irreconocible sin Marty y Doc a su lado. A mí, no obstante, el que más se me resistió fue el de El rey león.
Vía: Booooooom
Más información: MadBookPro
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