«En Abjasia, mi conductor me acusó de ser un agente de Georgia y fotografiar material sensible. Exigió un soborno o, de lo contrario, me enviaría directamente a la militzia y a un pelotón de fusilamiento». Esto es lo que pasa por tener la extravagante idea de viajar por trece ex-repúblicas soviéticas para fotografiar… ¡paradas de autobús! Como suena. Un proyecto raro de narices pero que, como podemos ver por las fotos obtenidas, estaba plenamente justificado.
El autor de tan indescriptible aventura fue Christopher Herwig, un fotógrafo profesional que decidió lanzarse a las solitarias carreteras de una serie de países poco conocidos, donde confluyen el misterio de cierto exotismo oriental y un pasado comunista del que apenas quedan la típica iconografía propagandística así como, lo muestran las anteriores palabras de Herwig, el poso de la sospecha y la desconfianza.
El fotógrafo consiguió salir indemne de las amenazas cosechadas en «países que tienen poca libertad de prensa y expresión» y donde el turismo, con su característico apertura de mentes y aporte de riqueza, no se ha asentado, de ahí que a menudo le tomaran por un espía. Eso sí, tuvo que tomar medidas extraordinarias y, una vez terminado el trabajo, regresar a casa con una tarjeta de memoria escondida en su ropa interior.
El resultado se ha publicado en un libro que recopila las mejores imágenes de paradas de autobús de sitios como Moldavia, Armenia, Uzbekistán, Georgia, Kazajistán… Porque aunque el tema parezca estrambótico, se puede ver que realmente había potencial en el proyecto. Tras recorrer treinta mil kilómetros, Herwig plasmó una curiosísima forma de arte: «A lo largo de esa antigua ruta de la seda encontré fascinantes paradas de autobús que suelen aparecer en medio del desierto, estepa o campo, sin otro signo de asentamiento humano a la vista».
Para trazar el itinerario se documentó con montones de blogs de viajeros, buscó en mapas, recurrió a Google Earth, interrogó a conductores de autobús y taxis… «Estaba poseído», dice. La chispa surgió en 2003, durante un viaje por Kazajistán en el que vio algunas de esas paradas solitarias, sin nada alrededor más que el horizonte y el cielo. Y sintió una especie de llamada.
Doce años llevó todo el proceso, quedando plasmado en un libro que viene a ser un testimonio de su singular vivencia y muestra una extraña forma de arte, popular y anónimo, resto de otra época. De hecho, todos los ejemplos conocieron tiempos mejores y necesitarían una buena restauración.
Vía: Messynessy Chic
Más información: Herwigphoto
Descubre más desde La Brújula Verde
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.