¿Nunca les ha picado una avispa? El dolor es muy intenso durante un primer momento, aunque luego va bajando poco a poco. Pues sepan que, si han experimentado esa desagradable sensación, en cierto modo, estuvieron recibiendo involuntariamente la muestra de un posible tratamiento contra el cáncer. Al menos si el incidente ocurrió en Brasil.

Bromas aparte, las avispas no tienen tan buena prensa como las abejas. Éstas suelen llevar implícito el castigo a sus picaduras porque mueren con ellas, ya que el aguijón queda clavado y, al intentar volar, se les desprende llevándose medio abdomen. Además, producen cera y miel, por lo que son provechosas para el ser humano, y encima están en peligro de extinción. Las avispas son otra cosa, menos simpática y útil. O así se las consideraba hasta ahora.

Pero las cosas han cambiado. Una investigación llevada a cabo con un tipo de avispa brasileña (Polybia paulista) demuestra que su veneno ataca las células cancerígenas a la vez que deja indemnes las sanas. Así lo afirman Joao Ruggiero y Paul Beales, de las universidades de Sao Paulo y Leeds respectivamente y autores del estudio, quienes consideran que la toxina, que afecta a la composición lípida de la membrana celular, podría constituir la base de un nuevo tratamiento contra esa enfermedad.

«Podría ser útil en el desarrollo de nuevas terapias combinadas, en las que se usan simultáneamente múltiples fármacos para atacar al mismo tiempo diferentes partes de las células cancerosas», explica Beales. ¿Cómo lo haría? Para ello hay que tener en cuenta la morfología celular: en las membranas celulares sanas, la capa interior está llena de fosfolípidos, incluyendo fosfatilserina y fosfatidiletanolamina; pero, en las células enfermas, estas sustancias sólo se encuentran en la capa externa.

La toxina, bautizada como Polybia MP1, interactúa con los lípidos que se distribuyen de forma anormal en la superficie de las células afectadas de cáncer, creando poros que permiten escapar al ARN y las moléculas proteicas necesarias para la función celular. Es decir, se altera la membrana inhibiendo el crecimiento de las células cancerígenas, como los investigadores probaron en un modelo creado por técnicas de imagen mediante el cual aplicaron MP1 a membranas virtuales; la fosfatidilserina permitió incrementar la unión del MP1 a la membrana y la fosfatidiletanolamina aumento el tamaño de los agujeros.

La siguiente etapa será ajustar la secuencia de aminoácidos de MP1 para ver qué les confiere esas propiedades selectivas y perfeccionarlos. «Entender el mecanismo de acción de este péptido -explica Beales- ayudará en los estudios translacionales a evaluar mejor su potencial para utilizarlo en medicina. Como en el laboratorio ha demostrado actuar contra las células cancerígenas y ser no tóxico para las células normales, este péptido es potencialmente seguro pero será necesario más trabajo para demostrarlo».

Los resultados de la investigación se han publicado en el Biophysical Journal.

Más información: Biophysical Journal
Vía: IFLScience!

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