Canadá es un país enorme y, como suele pasar en estos casos, está lleno de maravillas naturales. De hecho, si hay un país volcado en el turismo de naturaleza probablemente sea el canadiense. Y en él se pueden encontrar paisajes muy bellos y alguna cosa rara como el lago Kliluk.
A priori puede parecer que un lago no da mucho juego más allá de su belleza o su origen geológico. Pero basta posar la vista sobre la superficie para comprobar que no se parece nada a otros. Son quince hectáreas lo que ocupa y su contemplación provoca una sensación semejante a la de ver un cuadro abstracto.
Y es que donde debería predominar un tono azul normal, con leves variaciones tonales por las ondas y reflejos de luz, nos encontramos un conjunto de inauditas manchas polícromas que desvelan una compleja composición mineral. Para ser exactos, esto ocurre en verano, cuando el agua se evapora y el fondo lacustre queda a la vista, con una serie de pozas diseminadas y separadas por una trama de bordes blanquecinos.

El fantástico colorido se debe, como decía, a los minerales del suelo: hasta dieciséis diferentes (calcio, titanio, plata…), en mayor o menor proporción, más sulfatos de sodio y sales de magnesio que cristalizan y, con una alta alcalinidad, nos dejan esas manchas redondas, unas amarillas, otras verdes, éstas de azul intenso, aquéllas blancas.
El lago Kliluk está a pocos kilómetros al noroeste de Osoyoos, en el Similkameen, valle oriental de la Columbia Británica. Está prohibido bañarse en él porque es propiedad privada y una valla limita el acceso, aunque no es difícil verlo desde varios sitios. Los dueños actuales son los indios de la zona, que al fin y al cabo le dieron el nombre y lo consideran un lugar sagrado porque utilizan su barro con fines terapéuticos.

No fue ese su único uso, ya que durante la Primera Guerra Mundial se extraía una tonelada diaria de minerales destinados a la fabricación de municiones, curiosamente con mano de obra china. Posteriormente, quedó en manos de la familia Smith-Ernest hasta que en 1979 surgió la idea de construir allí un spa. Pero las tribus locales protestaron y terminaron formando un consorcio con el The Indian Affairs Department gubernamental para comprar veintidós hectáreas.
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