Hace años -no tantos como algunos creen-, las cocinas eran poco más que un fogón alimentado por carbón que además de para cocinar hacía las veces de calefactor. Y punto. Pero el avance de los tiempos fue incorporando novedades tecnológicas cada vez más completas y complejas, de manera que se integraron en un único mueble los quemadores, el horno y la bombona, luego sustituída por tuberías de gas ciudad. Un capítulo siguió a otro y la electricidad se impuso a través de las placas vitrocerámicas, más tarde perfeccionadas por el calor de inducción.
Pues bien, el progreso sigue su marcha y lo último en cocinas es un prototipo diseñado por dos estudiantes de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Schwäbisch Gmünd (Alemania). ¿Qué le faltaba a ese electrodoméstico ya bien entrados en el siglo XXI? La respuesta está clara para muchos: una impresora 3D integrada en la encimera.
El invento se llama Cultivator. Fabricado en vidrio acrílico y poliestireno, no está pensado para salir al mercado -al menos a corto plazo-, sino como un punto de partida para trabajar en las próximas décadas, ya que no se trata de un proyecto comercial en sentido estricto. El objetivo es más ambicioso: mejorar la producción de alimentos y ayudar a las poblaciones con pocos recursos.
Los autores, Sarah Mautsch y Aaron Abentheuer, se basan en el concepto de bio-impresión para nada menos que poder fabricar carne a medida, según las preferencias del usuario y sus necesidades nutricionales. Algo tan inaudito y sorprendente se puede conseguir mediante impresión a partir de células musculares o cutáneas de animales, obteniendo carne sin hueso. Y, además, con la posibilidad de ajustar su nivel de grasa sin comprometer el sabor o la textura.
Una tecnología que ya existe -de momento aplicada experimentalmente a la creación de órganos humanos, no para comer obviamente, sino para transplantes médicos– pero que aún es demasiado cara para su difusión general. De momento, en gastronomía, se limita a iniciativas sueltas de menús virtuales; habrá que ver cómo evoluciona.
En el caso de la cocina, dada su orientación inicial hacia el Tercer Mundo, se le incorporaría un panel solar para permitir la autosuficiencia y no depender de suministros externos en lugares de economía modesta, aislados de difícil acceso. De esta forma, los beneficiarios solucionarían dos problemas en uno: el alimentario y el energético.
En suma, se abre un mundo científico completamente nuevo en el que, si se consigue que esto funcione a gran escala, quizá se haya dado con la solución al hambre en el planeta sin temor a que nos quedemos sin recursos suficientes para alimentar a la colosal y creciente población de la Tierra. Y, quizá, superando las preocupaciones ambientales y los problemas éticos existentes sobre el bienestar animal.
Vía: Dezeen
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