Hace relativamente pocos años muchos supermecados empezaron a cobrar por las bolsas de plástico, en un intento de disuadir al cliente de utilizarlas y abogando por una reutilización de bolsas más resistentes y duraderas. De ese modo se aseguraban varias cosas, como ahorrarse el coste de las bolsas que el cliente ya no usa, ofrecer una imagen más ecológica, y al mismo tiempo hacer que contribuyamos con un granito de arena a la sostenibilidad.
El caso es que de todo el petróleo que se extrae en el mundo, apenas un 5 por ciento se utiliza anualmente para fabricar plásticos. Y de ese 5 por ciento, una mínima parte se emplea para fabricar bolsas de plástico. Aun así, todo cuenta.
Existen muchas clases de plásticos, porque en realidad el término define a muchos tipos de materiales sintéticos que tienen una característica concreta: la plasticidad. Por ello se pueden obtener plásticos, no sólo del petróleo, sinó también de otros materiales, tanto naturales como sintéticos.
Son los naturales los que nos interesan ahora. Estos pueden obtenerse de elementos orgánicos como la celulosa, la caseína o el caucho. Aquí entrarían por ejemplo el celuloide, el celofán o la goma. Y más concretamente el que nos interesa es la caseína.
La caseína (del latín caseus que significa queso) es una proteína presente en la leche y sus productos derivados. Se utiliza para unir productos alimentarios de modo que se mantengan compactos y no se disgreguen. Tanto derivados lácteos como carnes, pan o productos de repostería incluyen caseína. Pero con ella también se fabrica pegamento, pintura y plásticos.
De hecho una simple búsqueda en internet da como resultado un buen montón de webs que explican un sencillo experimento escolar por el cual se puede fabricar plástico en casa utilizando leche.
Que es donde queríamos llegar. El método para obtener pástico de la caseína fue patentado por Krisch y Spitteler en Alemania en 1899. Y los primeros artefactos construídos con este tipo de pásticos, al que se le dió el nombre de Galalith, se presentaron en la Exposición Universal de París de 1900.
En los años siguientes se produjo el auge de este tipo de plásticos, y ya en 1915 la Reina de Inglaterra pudo comprar varias piezas de joyería fabricadas a partir de caseína en la Fería de la Industria Británica de ese año.
Su uso se extendió tanto que incluso durante la Segunda Guerra Mundial los aviones, que ya incorporaban numerosas piezas realizadas en plástico, también llevaban algunas cuyo origen era leche. Y la cola empleada en pegar las piezas del aparato también provenía de la caseína.
Sin embargo la producción de plástico de caseína fue decayendo progresivamente a partir de los años 50, y para 1962 todas las fábricas europeas habían dejado de producirlo. Su éxito se centró casi exclusivamente en Europa, ya que en Estados Unidos apenas tuvo desarrollo, al igual que en Rusia.
La caseína fue considerada como el más hermoso de los plásticos en su tiempo, debido a la gran variedad de colores en que podía ser producido, y al peculiar acabado que se obtenía mediante el uso de abrasivos quimicos, lo que hacía que fuera muy utilizado en objetos de lujo.
Hoy en día tan sólo Nueva Zelanda sigue produciendo plásticos de caseína, que se utilizan para hacer botones.
Descubre más desde La Brújula Verde
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.