Sabemos que los perros actuales descienden del lobo, del que está considerado una subespecie. También tenemos una idea aproximada de cuándo el Hombre empezó a convivir con ese nuevo amigo, situándose la fecha aproximadamente entre los 9.000 y los 14.000 años atrás, aunque hay casos en los que la cronología se remonta más allá de los 30.000 años. Incluso se aventura el lugar, China. Pero la gran pregunta es ¿cómo se desarrolló el primigenio proceso de domesticación?

Actualmente, los expertos se inclinan a creer que no fue algo deliberado sino más bien una tolerancia mutua entre cánidos y humanos, de la que se beneficiaban ambas especies: los primeros encontraron ventajoso vivir cerca de los poblados porque obtenían calor y aseguraban la comida, mientras que los segundos aprendieron a aprovechar las habilidades cazadores de los lobos.

Ahora bien, hay trabajos de investigación que aportan nuevos y curiosos datos. Uno de ellos es el aportado por el primatólogo Vivek Venkataraman en Etiopía, que viene a refrendar esa especie de simbiosis anteriormente descrita pero sustituyendo a los humanos por babuinos. Más concretamente, por los gelada (Theropithecus gelada), una subespecie que habita en las montañas del país africano compartiendo ecosistema con los lobos etíopes (Canis simensis).

A priori, nada parecería más peligroso para los gelada y sus crías que una manada de lobos que no sólo viviera en su mismo hábitat sino que además pasara entre los miembros del grupo -que se cuentan por cientos- un par de horas cada mediodía. Pero eso es lo que ocurre y sin que suponga riesgo alguno para los primates ¿Por qué? Pues porque la presa principal de los lobos de esa región son los roedores. Y se da la circunstancia que, a esas horas, es cuando salen de sus madrigueras, convirtiéndose en un bocado apetecible.

Así que la manada de lobos se pasea entre los babuinos cazando sin molestarles a la par que éstos se muestran seguros y confiados. Un sorprendente caso de simbiosis basado, probablemente, en que los movimientos de los gelada a esas horas del día hace salir a los roedores de sus escondites, poniéndoselos en bandeja a los lobos. No es la única teoría, ya que puede que los roedores no consideren un peligro a los babuinos y juegue en su contra el hecho de que los lobos son similares en tamaño y tonalidad del pelaje.

En cualquier caso, las estadísticas registradas por Venkataraman a lo largo de 17 jornadas demuestran que los lobos obtienen un 67% de presas cuando cazan en esas condiciones que cuando lo hacen por libre, en cuyo el porcentaje desciende al 25%. Y también es llamativo que se muevan muy lentamente entre sus improvisados socios, frente a las fulminantes tácticas cazadoras que despliegan en otras situaciones. ¿Empezaría así también la domesticación del lobo por el Hombre en la Prehistoria?

Vía: Next Big Future

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