Si uno contempla las actuales carreras de Formula 1 e intenta discernir sólo por el color de los vehículos a que país pertenece cada uno, lo tiene difícil. Salvo en el caso de Ferrari, que continúa utilizando contra viento y marea su tradicional rosso, el resto de escuderías pintan sus coches con los colores de sus patrocinadores.
Pero hubo un tiempo en que esto no era así. De hecho, cada vehículo se distinguía por el color del país de fabricante, o incluso en ocasiones por el color del país del piloto. Si esto siguiera vigente el McLaren de Fernando Alonso probablemente debería ser verde, por el color British Racing Green, que era precisamente el color nacional inglés.
El origen de estos colores nacionales para las competiciones automovilísticas hay que buscarlo en la Gordon Bennett Cup, una prueba que se disputó anualmente entre 1900 y 1905. El conde Eliot Zborowski fue quien propuso que cada participante debía distinguirse por unos colores diferentes. Zborowski había llegado al mundo de la competición solo dos años antes y moriría en un accidente tres años después, en la prueba La Turbie Hill Climb. Desgraciadamente su hijo Louis no tendría mejor suerte, falleciendo en el Gran Premio de Italia de 1924.
En aquella primera carrera de 1900 los colores asignados fueron: azul para Francia, amarillo para Bélgica, blanco para Alemania y rojo para Estados Unidos. Cuando el Reino Unido participó por primera vez en 1902 tuvo que elegir un color que no estuviera ya asignado, y el elegido fue el verde. Esta es la razón de que muchos colores internacionales de competición automovilística no coincidan con los colores nacionales de cada país.
Posteriormente Estados Unidos comenzó a usar los colores azul y blanco, dejando libre el rojo que fue rápidamente adoptado por Italia, dando lugar al famoso color Rosso Corsa en que se pintaban los primeros Alfa Romeo, Maserati, Lancia, Abarth y los Ferrari, que todavía lo conservan.
En los años 20 los colores nacionales quedaron establecidos de manera oficial por la AiACr (la asociación predecesora de la actual Federación Internacional de Automovilismo). Los países, una vez agotados los colores básicos, tuvieron que elegir combinaciones de éstos, donde aquí sí pudieron reflejar en muchas ocasiones los colores de sus banderas nacionales, como es el caso de España. No obstante hubo ligeras variaciones a lo largo de los años.
Por ejemplo en los años 30 los coches alemanes prescindieron del color blanco, adoptando un tono plateado al que se denominó Silver Arrows, y que luego llevarían los Mercedes-Benz y los Porsche en los años 50. Algunos equipos como BMW volverían al blanco en los años 60.
En la Fórmula 1 lo tradicional era pintar el coche con los colores nacionales de la escudería. Así se produjeron hechos como el del Gran Premio de Bélgica de 1961, donde participaron 3 Ferrari rojos y uno amarillo, ya que este último no pertenecía a la escudería italiana sino a otra belga.
Todo esto cambió en 1968 con la introducción en la Fórmula 1 de los patrocinadores comerciales, algo que ya llevaba tiempo funcionando en los Estados Unidos. La primera escudería en pintar sus vehículos con el color de su patrocinador fue Team Gunston. Eso supuso que dicho año colores como el British Racing Green desaparecieran para siempre.
Sin embargo algunas escuderías han regresado a esos colores temporal u ocasionalmente en diversos momentos de la historia. Y seguramente no será la última vez que los veamos aparecer. Sólo hay que prestar un poquito de atención.
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