Puede parecer sorprendente que, a estas alturas, todavía se le esté dando vueltas al destino final de los neandertales. Sin embargo, es o fue un tema candente que, durante mucho tiempo, alimentó controversias y debates en la comunidad científica, centrándose fundamentalmente en si aquella especie humana se extinguió o sobrevivió gracias al mestizaje.
Los expertos actuales se inclinan por la primera teoría y la genética parece darles la razón, aún cuando el ADN neandertal prevalezca en la sangre de los europeos actuales en una pequeña proporción (en torno a un 2%).
Lo que sí parece claro es que esa desaparición fue paulatina y fruto de una combinación de factores, de los que los más significativos serían el cambio climático ocurrido en la era Cuaternaria -que hizo que la superadaptación morfológica al frío que los neandertales habían alcanzado resultase contraproducente al calentarse el clima- y la superioridad tecnológico-cultural de Homo sapiens, su principal competidor. Quedan en segundo plano otros elementos y, con ellos, la teoría de la extinción radical, fruto de un exterminio o de un posible cataclismo.

Precisamente la idea de un fenómeno natural acaba de ser descartada por un equipo científico liderado por Benjamin A. Negro. Dicha hipótesis se basaba en el presunto protagonismo del vulcanismo Campaniano Ignimbrita, que tuvo lugar en Italia hace 40.000 años. Fue uno de los mayores cataclismos de ese tipo que sufrió Europa porque expulsó una enorme cantidad de dióxido de azufre que llegó hasta la estratosfera y, así, pasó a ser sospechoso de haber contribuido decisivamente a la desaparición de los neandertales.
Benjamin Negro puso a prueba esa teoría aplicando un sofisticado modelo de simulación climática que utilizaba aerosoles. La conclusión es que, en efecto, los estragos volcánicos pudieron contribuir pero mucho menos de lo que algunos proponían. De hecho, Homo neanderthalensis había empezado a declinar bastante antes. «La datación por radiocarbono -explica Negro- ha demostrado que, en el momento de la erupción, los humanos modernos ya habían llegado a Europa y la rama de los neandertales disminuía continuamente».

En efecto, los sapiens, humanos anatómicamente iguales que nosotros, ya se habían establecido en un mínimo de cinco regiones mediterráneas y competían con los neandertales por el territorio. Los resultados del estudio muestran que la magnitud y distribución de la nube volcánica, así como la deposición ácida, pudieron contribuir a la extinción al coincidir cronológicamente con el declive neandertal pero no fueron decisivas.
Según el modelo utilizado por los científicos (se puede ver en las fotos), la mayor bajada de temperatura por el cataclismo se dio en Europa del Este y Asia, mientras que su repercusión en las zonas más habitadas por Homo neanderthalensis (Europa occidental) fue menor.
Ello no quiere decir que no tuviera repercusión; el enfriamiento debió rondar una media anual de 2 a 4 grados y duró un par de años, algo que tuvo que afectar de alguna manera en el día a día de los neandertales… pero también de los sapiens.
Los resultados de la investigación aparecen en la última edición de la revista Geology.
Vía: Past Horizons Adventures in Archeology | Más información: Geology | Foto 1: Árni Friðriksson en Wikimedia
Descubre más desde La Brújula Verde
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.