Quizá recuerden que el pasado mes de enero publicamos aquí un post sobre el estudio que unos científicos franceses hicieron sobre los monos de Campbell, especie que habita en Costa de Marfil. Resulta que tienen sonidos distintos para referirse a diversas situaciones o peligros (la amenaza de un leopardo o un águila acechando, una caída desde una rama, etc) y lo mismo pasa con otros monos de Sierra Leona, sólo que éstos usan otros sonidos.
Ello indica la existencia de un protolenguaje y hasta dialectos en el mundo de estos animales y ahora se ratifica la revolucionaria idea con una nueva investigación llevada a cabo por un equipo de la Universidad de Durham dirigido por la doctora Esther Clarke, antropóloga. Se desarrolló en Tailandia, con gibones locales.
Resulta que, tras grabar los sonidos que emiten esos primates, se ha conseguido averiguar no sólo que también tienen su propio lenguaje sino incluso descifrarlo. En realidad esto no es nuevo y hay materia sobre el tema desde mediados de los años cuarenta, aunque la novedad está en haber podido establecer medio millar de tonos distintos de sonidos, cada uno con un matiz concreto.
«Estos animales -explica la Dra. Clarke- son extraordinarias criaturas vocales y nos dan una inusual oportunidad para estudiar la evolución de la compleja comunicación vocal en un primate no humano. En el futuro, las vocalizaciones de los gibones pueden revelarnos mucho acerca de los procesos que produce la comunicación oral y, debido a que son una especie de primate, constituyan uno de nuestros mejores esperanzas en la investigación de la evolución de la comunicación humana».
Los científicos pasaron muchos meses trabajando in situ, en la selva, siguiendo a los gibones de la región noreste tailandesa. Acudían a su hábitat a primera hora de la mañana y les dejaban al caer la tarde, cuando empezaban a fabricar su nido para pernoctar. Entremedias, cientos, miles de grabaciones.
En ellas se escuchan diversos tipos de susurro o llamada, unos fuertes y otros más suaves que han sido denominados hoos. Y aunque un oído poco avezado como el nuestro lo tendría difícil para distinguirlos a priori, el trabajo de los científicos ha podido establecer cuatrocientos cincuenta diferentes entre sí, al asociarlos al contexto en que se emitieron.
Es decir, una situación determinada, fuera el peligro de un depredador (a veces un señuelo de los propios biólogos) o el descubrimiento de comida por ejemplo, se manifestaba con unos hoos determinados que eran contestados por otros. Relacionados, como se pudo deducir al contabilizarlos y procesarlos por ordenador. Y si había riesgo, en voz baja, para no revelar la posición.
Dicho de otra forma, el análisis permitió establecer patrones que ligaban una situación a un sonido, identificándose «palabras» para referirse a tigres, panteras, águilas o pitones, los principales enemigos de los gibones, pero también a otros animales menos importantes como búhos u otras aves. De hecho, parece que incluso se refieren a los cantos de los pájaros, expresados mediante un hoo suave, por debajo de la umbral de 1 kHz.
Una auténtica variación acústica en la entonación que se puede considerar lenguaje. Muy básico y primitivo pero lenguaje, al cabo. Quizá sirva para aclarar cómo empezaron a hablar nuestros antepasados. Los resultados de esta investigación se publicaron en la revista especializada BMC Evolutionary Biology.
Vía: The Telegraph
Más información: BMC Evolutionary Biology
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Foto 1: suneko en Wikimedia
Foto 2: MatthiasKabel en Wikimedia
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