En poco tiempo se ha convertido en un pequeño clásico: una de las actividades típicas durante unas vacaciones en ciertos países hispanoamericanos es al de recorrer las copas de los árboles, de una a otra, mediante una tirolina, que allí llaman canopy o tirolesa. Raro es el bosque de aquellos lares, de los acondicionados para recibir turismo, que no incorpora una experiencia de este tipo.

Pero resulta que en Ecuador ofrecen una variante original y peculiar, curiosa y divertida: la Bici Aérea, una tirolina en la que el usuario no cuelga del cable dejándose llevar por la fuerza de la gravedad sino que se mueve sentado e impulsado por su propio esfuerzo, aplicado mediante unos pedales. Tracción humana cien por cien con la ventaja de poder detenerse donde uno quiera.

Esta novedad corre a cargo del Mashpi Lodge, un hotel diseñado y construido con las últimas técnicas de arquitectura sostenible, está diseñado para mezclarse perfectamente con su entorno y disfrutar de la biodiversidad local, en los 3.200 acres de la reserva tropical homónima. De hecho, se funde con el entorno como un acogedor capullo en medio de la foresta, a 950 metros sobre el nivel del mar y con cientos de especies animales en los alrededores (aves, monos, pecaríes, pumas…).

El hotel distribuye sus veintidós lujosas habitaciones -todas suites, con enormes ventanales- en tres plantas, pero lo verdaderamente interesante es su vocación de fundirse con la Naturaleza y dispensar a sus huéspedes una estancia poco común, relajante por un lado pero emocionante por otro. Primero, porque sólo tiene capacidad para cuarenta y cuatro personas, lo que evita la siempre molesta masificación.

Y segundo, porque la contemplación de dicha naturaleza es una constante, gracias a una torre de observación de veintiséis metros de altura, al Centro de Vida (una peculiar combinación de rincón de descanso, aula didáctica, mariposario e invernadero), al mirador de colibríes (bebedero para estas aves dotado de asientos para verlas en acción), a los senderos que recorren el lugar para trekking, a la organización de apasionantes caminatas nocturnas o a la posibilidad de bañarse en cascadas con el agua entre dieciocho y veinte grados.

Pero, sobre todo, a esa insólita idea de la Bici Aérea. Es biplaza y cubre un trayecto de un par de centenares de metros, cruzando silenciosamente sobre un río al fondo de un barranco, siempre rodeado por las copas de los árboles. Claro que lo imponente no es la distancia longitudinal sino la que hay cuando se mira hacia abajo: nada menos que 656 metros de caída. Idóneo para practicar con los niños porque, a priori, provoca menos impresión que una tirolina y puede resultar igual de divertida.

Imágenes y más información: Mashpi Lodge

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