Investigadores de la NASA estudiaron como el polvo sahariano arrastrado por el viento viaja más de 4.800 kilómetros atravesando el Océano Atlántico y termina fertilizando las tierras de la Selva Amazónica.

Esta fertilización se realiza gracias a que las arenas del desierto sahariano son ricas en fósforo, un elemento vital en el crecimiento de los vegetales. El Amazonas es una región pobre en fósforo, y por tanto éste debía venir de otro sitio.

El desierto del Sahara fue en tiempos remotos un enorme lago conocido como Lago Mega Chad, donde abundaban las algas y otros microorganismos. Hace más de 7000 años un cambio en el clima de la Tierra hizo que éste se secase, quedando reducido a las dimensiones del actual Lago Chad.

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Pero los nutrientes orgánicos permanecieron y se descompusieron, principalmente en la zona de la Depresión Bodélé. Esta zona, por su geografía, es prolífica en grandes tormentas de arena. El viento del Este penetra en ella por el túnel que conforman dos cordilleras cercanas, arrastrando consigo el polvo rico en fósforo por la descomposición orgánica.

Una vez en el aire el polvo puede viajar miles de kilómetros atravesando el océano. Esta conexión entre el Sahara y el Amazonas es conocida por los científicos desde hace relativamente poco tiempo, apenas unos nueve años.

El estudio, publicado en Geophysical Research Letter y dirigido por Hongbin Yu del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, profundiza en el conocimiento de cuanto polvo llega al Amazonas y su importancia en el sustento de las selvas amazónicas.

Utilizando los satélites de la NASA descubrieron que el viento transporta unos 182 millones de toneladas de polvo al año, y de esos una media unas 27,7 millones de toneladas, que contienen unas 22.000 toneladas de fósforo, terminan cayendo sobre la selva amazónica.

Casi la misma cantidad de fósforo que desaparece cada año del Amazonas arrastrada por las lluvias. Otros 43 millones de toneladas llegan tan lejos como el Mar Caribe.

Esto demuestra como partes del planeta tan alejadas pueden estar interconectadas entre sí. Lo que ahora tratarán de entender los investigadores es desde cuando dura esta conexión y cuanto tiempo más durará en el futuro.


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