Los personajes históricos y religiosos suelen ser homenajeados y recordados mediante estatuas que, a veces, alcanzan importantes dimensiones. Esto es algo especialmente notorio en Asia, donde los budas gigantes son habituales en muchos países, aunque también hay otros sitios aficionados a ese colosalismo artístico en relación a la fe.
Uno de ellos es América, donde se halla un auténtico icono de este subgénero escultórico: el célebre Cristo de Corcovado que caracteriza la ciudad brasileña de Río de Janeiro. Pero no sólo de budas y cristos se nutre este post.
Si nos desplazamos un poco al noroeste, a Venezuela, encontraremos otro ejemplo destacado, quizá no tan famoso pero igual de querido por sus devotos y, por supuesto, los turistas.
Nos referimos a la Virgen de la Paz que se alza en Trujillo, a medio millar de kilómetros de Caracas. Es verdad que en el país sudamericano no está ahora el horno para bollos y que el turismo aún no forma parte de su economía, al menos de forma tan importante como en otros rincones de su entorno continental.
Y es cierto también que no se trata de una estatua con demasiada solera, ya que se construyó en una fecha tan reciente como 1983. Pero quien tenga la oportunidad de darse una vuelta por esos lares debería aprovechar para echarle un vistazo.
La figura es obra de dos autores, el artista Manuel de la Fuente y el ingeniero Rosendo Camargo, que combinaron sus conocimientos y buen hacer para erigirla en lo alto de una colina llamada Peña de la Virgen. Un sitio curioso porque, según la tradición, allí se apareció la Virgen María en el año 1570.
Como era típico, probablemente se cristianizó un antiguo lugar de culto indígena y así parecen probarlo las numerosas grutas naturales de la zona, que según la leyenda se conectaban mediante pasadizos subterráneos; de haber existido realmente, éstos ya no se conservan, cegados por los movimientos sísmicos.
Sin embargo, no es ese fenómeno mariano el origen del monumento, ya que, en sentido estricto, éste está dedicado a la paz, como prueba la paloma que sostiene su mano; se aprovecharon tanto la historia del lugar -hay un santuario desde 1662- como el hecho de que Nuestra Señora de la Paz sea la patrona de Trujillo y que en el año de su inauguración se celebraba el bicentenario del nacimiento de Bolívar.
Mil doscientas toneladas de hormigón y acero componen la obra, que tardó un par de años en terminarse. Mide casi cuarenta y siete metros de altura, lo que la hace mayor que el citado Cristo brasileño e incluso que la Estatua de la Libertad neoyorquina.
Se parece a ésta en que es posible subir por su interior mediante una escalera que llega hasta los ojos, que constituyen un peculiar mirador (véase la foto) con panorámicas del paisaje de los alrededores (la Peña de la Virgen se halla a mil seiscientos metros de altitud), si bien hay otros cuatros puntos de observación a lo largo de la subida.
Sin duda, un monumento tan curioso como poco conocido; máxime si se tiene en cuenta que es el más grande del mundo dedicado a la Virgen.
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