Los tatuajes están de moda; si tradicionalmente se asociaban al lumpen o la delincuencia, ahora son el sueño de cualquier adolescente y empieza a ser rara la persona que no exhibe algún dibujo en la piel.
Esta peculiar modalidad de ornamentación individual fue introducida en el mundo occidental por los marineros, que la habían visto en sus viajes por mares de Oceanía, pero su práctica es generalizada en casi todo el planeta desde hace milenios.
Aunque hasta hace poco se consideraba que la evidencia más antigua de un tatuaje estaba en una momia peruana de hace dos mil años, correspondiente a la cultura Chinchorro, todo cambió en 1991, cuando se descubrió en los Alpes el cuerpo congelado de un hombre al que se bautizó con el nombre de Ötzi por la zona donde falleció.
Ha sido datado en la Edad del Cobre, en torno a tres mil trescientos años atrás, lo que le convierte en el cadáver momificado más añejo de Europa.
Decía que todo cambió porque Ötzi estaba tatuado. No era fácil percatarse a simple vista, dado el oscurecimiento experimentado por su piel tras tanto tiempo bajo el hielo, pero lo cierto es que aquel hombre se había hecho nada menos que sesenta y un tatuajes repartidos por su anatomía.
Algunos aún se aprecian mientras que otros sólo se han podido ver recurriendo a determinadas técnicas fotográficas basadas en rayos infrarrojos y ultravioleta, como el que llevaba en el pecho y que se descubrió hace unos días.
Evidentemente, no son tatuajes como los que solemos ver hoy en día. No hay dragones ni retratos, como tampoco lemas en alfabetos exóticos o crucifijos góticos; ni siquiera el clásico Amor de madre.
De hecho, tampoco son en color porque se limitan a signos geométricos, básicamente combinaciones de rayas, ninguna de las cuales mide más de cuatro centímetros: grupos de entre dos y siete paralelas, la mayoría horizontales pero también algunas verticales; en algún caso son líneas que se cruzan formando una cruz.
El italiano Marco Samadelli, un científico que trabaja en el EURAC (un instituto dedicado al estudio de Ötzi), opina que no se trata de tatuajes decorativos ni totémicos sino terapéuticos.
Se habrían realizado con fines mágico-curativos, dado que se encuentran en zonas donde su portador padecía de artritis (muñeca izquierda, región lumbar y piernas), si bien ya digo que acaba de encontrarse otro en el pecho.
Vía: News Network Archeology / Más información: EURAC
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