Existen lugares en el mundo donde la belleza conlleva asociada un peligro que en ocasiones pasa desapercibido, oculto a la vista. Uno de esos lugares podría ser el Lago Abraham en Canadá, situado al norte del río Saskatchewan en Alberta.

Se trata de un lago artificial con una superficie de 53 kilómetros cuadrados y una anchura máxima de 32 kilómetros.

Fue creado en 1972 como consecuencia del levantamiento de la presa Bighorn, y su nombre fue elegido mediante concurso entre los estudiantes de la provincia, haciendo referencia a Silas Abraham, que vivió en la zona en el siglo XIX.

Foto Emma Liang en Wikimedia Commons

Allí se produce uno de los fenómenos naturales más bellos y mortíferos del mundo. Cuando la materia orgánica, animales o plantas, caen al fondo del lago, comienza un proceso en el que intervienen las bacterias que se alimentan de estos restos, produciendo al mismo tiempo pequeñas burbujas de metano que ascienden hasta la superficie.

Normalmente este metano se pierde en la atmósfera. Pero durante los meses de invierno, cuando la superficie del lago está completamente helada, se puede observar como estas burbujas van ascendiendo lenta y peligrosamente para explotar al chocar con el hielo.

El problema está en si se te ocurre encender una cerilla en el momento en que una de estas burbujas explota, o algo similar. Pero como todo lo bello, quizá el riesgo merezca una visita.


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