La tradición de buscar algún momento en la vida para peregrinar a un lugar sagrado no es una exclusiva del cristianismo, pues sabemos que los musulmanes hacen lo mismo con La Meca. Pero es que incluso el hinduismo tiene su propio sitio de referencia en ese sentido. Al menos para los sij, esa variedad religiosa monoteísta fundada por Gurú Nanak que, en realidad, ellos llaman gurmat y que tiene asimismo un libro sagrado, el Gurú Granth Sahib, que recoge las doctrinas impartidas por diez gurús históricos.
Es fácil distinguir a los sij a simple vista porque se dejan el pelo y la barba largas además de seguir llevando el turbante clásico, entre otras curiosas costumbres. Una de ellas es visitar al menos una vez el Harmandir Sahib, que nosotros conocemos como Templo Dorado, equivalente a la catedral del Obradoiro, la basílica de San Pedro o la Piedra Negra árabe. Se encuentra en Amritsar, una ciudad del estado indio del Punjab, a penas a treinta kilómetros de Pakistán.

En realidad, esa localidad reúne en su casco histórico una buena cantidad de edificios muy vistosos, aunque este templo y el lago sagrado anexo -que es artificial- constituyen un rincón muy especial para el sijismo. El lago, llamado igual que la ciudad (Amrit Sarovar significa piscina del néctar de la inmortalidad) fue construido por Gurú Ram Das en 1577 y sirve para que los fieles se purifiquen. Once años después, Gurú Arján Dev empezó los trabajos del templo, concluidos en 1604.
Es un pabellón de tres pisos que asemeja un pequeño fortín cuadrangular, coronado por una cúpula de oro puro y de paredes resplandecientes por las láminas doradas que recubren su mármol. Aunque se accede por una rampa -abarrotada por la cola de la gente que espera su turno- que cruza el estanque hasta la entrada principal, tiene cuatro puertas, una en cada lado, que simbolizan su apertura a las otras religiones -cualquiera puede visitarlo- que teóricamente caracteriza a los sijs.
Digo teóricamente porque, si bien es verdad que ofrecen muchas muestras de hospitalidad (en el mismo templo reparten comida y agua gratis, alojan visitantes a cambio de un donativo y no exigen más que unas mínimas normas de comportamiento dentro), en la práctica la coexistencia con el hinduismo y el islamismo ha resultado bastante difícil. De hecho, el sijismo exigió tener su propio estado cuando la India y Pakistán se separaron; como su reclamación no fue atendida, quedó un poso de resentimiento que explotó en 1984.

Fue a principio de junio, cuando un grupo de sijs liderados por Jarnail Singh Bhindranwale se atrincheró en el Templo Dorado reteniendo a los visitantes. El ejército indio respondió torpemente, tomando el lugar al asalto y provocando cientos de muertes. Lo peor para los sijs fue lo que consideraron una profanación de su templo y la quema de su libro sagrado. Por eso destruyeron las obras de reparación del edificio ordenadas luego por el gobierno indio y se vengaron asesinando a Indira Ghandi ese mismo año.
Resulta curioso y paradójico el contraste entre la belleza del Templo Dorado y la tragedia de su historia reciente. Quizá sea el karma del entorno, dado que muy cerca, en las inmediaciones del crematorio local, fue donde las tropas británicas masacraron a la población en 1919. La trágica historia de la India…
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