La madera es endeble y perecedera. Apenas quedan objetos de ese material de otras épocas desde la Edad Media hacia atrás, no digamos ya en la Prehistoria, así que, cuando se encuentra uno, la Arqueología está de enhorabuena. Y si encima se trata de una pieza como este ídolo, más aún.
Fue encontrado en 1894 en una turbera de los montes Urales siberianos y se le calcula una edad en torno a nueve mil quinientos años, por lo que está considerado la estatua de madera más antigua que se conserva.
Conocido como el Ídolo Shigir por el nombre del pantano donde reposaba, actualmente se exhibe en el Museo de Ekaterimburgo (Rusia) dentro de una cápsula de cristal que garantiza las adecuadas condiciones de preservación.
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Pero resulta que el ídolo podría ser mucho más que eso. Svetana Savchenko, que dirige la sección museística donde se expone, cree que esa figura antropomorfa lleva tallado una especie de narración codificada sobre la creación del mundo, de acuerdo a las creencias de sus fabricantes del Mesolítico.
El problema es que el ídolo se sacó troceado -estaba a cuatro metros de profundidad, a salvo de los microorganismos- y la recomposición de las piezas ha sido un auténtico rompecabezas para los expertos a lo largo de los años, con la dificultad añadida de que le faltan fragmentos.
Porque, aparte de la cabeza humana, el cuerpo -plano y rectangular- muestra diferentes símbolos y pictogramas se suceden sobre su superficie y nadie cree que se trate de mera decoración geométrica. Hay rayas rectas horizontales que podrían equivaler a costillas pero que algunos arqueólogos aventuran identificar con la tierra, el horizonte o la frontera entre este mundo y el espiritual; otras líneas, onduladas o en zig-zag, podrían representar el agua o algún reptil; los polígonos y cruces, el fuego o el sol, etc.
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Por su parte, Savchenko y su equipo del museo opinan, efectivamente, que las rectas son tierra y las onduladas mar, por lo que el ídolo constituiría todo un mapa naval en el que se indican los rumbos con flechas y aparece un calendario de las jornadas necesarias para el viaje. También hay quien ve toda una cosmogonía, un panteón de dioses o espíritus cuya jerarquización estaría plasmada en sus rostros -hay siete- repartidos verticalmente. Su ubicación en la parte frontal o trasera de la pieza aludiría a una dualidad de mundos distintos.
En realidad no hay consenso y cada investigador propone su propia teoría, aunque sí parecen de acuerdo en considerar la decoración de tan extraordinario objeto como una especie de escritura primitiva. Empeñados en descifrarla, los arqueólogos piensan que podrán publicar los primeros resultados se publicarán en los meses iniciales de 2015.
En suma, un misterio científico manifestado no sólo en el supuesto código sino también en la pieza misma, ya que la reconstrucción original, realizada por el profesor Dimitri I. Lobanov y que dio como resultado un ídolo de dos metros y ochenta centímetros de altura, fue contestada por otros expertos que exigían añadirle piezas desechadas. Lamentablemente, éstas se perdieron en la guerra civil rusa de los años veinte y sólo quedan los dibujos del arqueólogo Vladimir Tolmachev; si realmente esos trozos pertenecieran al ídolo, éste alcanzaría una impresionante altura de más de cinco metros.
Otro enigma que levanta polémica es si el ídolo está concebido para colocarse erguido y clavado en el suelo o se habría apoyado contra algún árbol o pared. De nuevo hay opiniones para todos los gustos. Lo únicos datos que parecen seguros son los proporcionados por la tecnología científica: un espectómetro de masas reveló que estaba hecho de madera de alerce; el recuento de anillos arrojó una edad indica que el árbol tenía una edad de más de siglo y medio cuando fue cortado.
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