A estas alturas sabemos que los seres que vivimos en este planeta tenemos los peces como antepasado común aunque muy, muy lejano. También sabemos que esos animales empezaron a salir a tierra en un momento dado, seguramente impulsados por grandes sequías que dejaban sin agua sus ecosistemas y sólo permitían sobrevivir a aquellos que tenían más fuerza para arrastrase hasta otros charcos. Probablemente no fue una especie única la que inauguró esa aventura de secano pero ya tenemos ocasión de conocer a un posible candidato.
Se trata de Cartorhynchus lenticarpus, un tipo de ictiosaurio anfibio del que un equipo de científicos de la Universidad de California ha descubierto un fósil en una mina de la provincia china de Anhui (en realidad el hallazgo fue en 2011 pero ahora se ha publicado el estudio correspondiente en la reviste Nature). Y ahora más de uno se estará preguntando si no habrá un error: ¿ictiosaurio? ¿anfibio? En efecto, pese a su aspecto de pez, con cuerpo fusiforme y aletas, los ictiosaurios eran reptiles que en algún momento de su existencia hicieron el camino evolutivo inverso, es decir, volvieron de la tierra al agua, tal cual les pasaría a los cetáceos mucho después.
Vivieron desde el Triásico Inferior hasta el Cretácico Superior (aproximadamente 245 y 90 millones de años) y les sonará el nombre porque los protagonistas de Viaje al centro de la tierra asisten a un combate entre un ictiosaurio y un plesiosaurio, la especie que le desplazó como gran depredador marino, aunque en realidad nunca llegaron a coexistir. La novedad ahora es que esta variedad de ictiosaurio recién hallada deshizo el camino andado y, parece, estaba capacitado para la vida terrestre tanto como la acuática.
El fósil, que está bien conservado y al que sólo le falta la cola, ha sido datado y se le calculan unos 248 millones de años, lo que significa que reinó apenas 4 millones de años después de la Gran Extinción del Pérmico. No es muy grande, pues apenas mide 40 centímetros de largo frente a la veintena de metros que alcanzaban las subespecies de mayor tamaño, lo que hace suponer que seguramente se trataba de un individuo muy joven. su peso rondaría los 2 kilos.
Lo más importante es que su hocico se distingue de los de su especie en que resulta bastante más corto, acaso una adaptación para remover el fondo marino en busca de alimento y heredado de sus ancestros terrestres; de ahí que se llame Cartorhynchus (hocico truncado). Pero lo más notable para los expertos es que cuenta con unas aletas muy grandes de muñecas flexibles, que le podrían haber facilitado moverse fuera del agua, arrastrándose, lo que da pie a la otra parte del nombre: lenticarpus, es decir, muñeca flexible.
De hecho, sus huesos son más fuertes de lo normal, algo que se considera una prueba de que nadaba en aguas costeras, normalmente más turbulentas. Ello sería una ayuda para salir a tierra eventualmente, según cree la profesora Ryosuke Motani, de la universidad californiana, que codirigió las excavaciones junto a un colega chino de la Universidad de Pekín, el dr. Da-Yong Jiang: «Cartorhynchus representa la etapa de la transición de la tierra al mar que faltaba, de alguna manera, en el registro fósil del linaje ictiosaurio, mientras es conocida en la mayoría de otros reptiles y mamíferos marinos».
O sea, que sería una de las pocas veces que se puede usar la expresión «eslabón perdido» en Paleontología sin caer en un error científico conceptual. «El fósil que encontramos es el primero en llenar este vacío en el registro fósil», añadió Motani. «Esto es particularmente importante debido a que algunos creacionistas intentaron utilizar el ictiosaurio como un ejemplo contra la evolución darwiniana, ya que el grupo carecía de esta pieza. Las primeras formas de transición como Cartorhynchus nos dan el punto de partida para trazar la evolución de cada grupo».
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