Internet y las redes sociales es lo que tienen: que alguien publica o comparte una foto de algún paraje idílico y al poco todo el mundo se pone a buscar información para visitarlo.
En ese sentido, una de las imágenes que más impresionan por la Red es la de la Bahía Navagio, una discreta cala de la isla griega de Zante (Zakinthos) tan bella e impactante que hasta parece falsa.
Pero no lo es. En absoluto. Quizá sea exagerado llamar bahía a lo que apenas es una cala minúscula, pero hay que verla para creerla. Se trata de una reducida playita de arena blanca, encajada entre enormes paredes rocosas y bañada por un mar del azul más intenso que se pueda recordar, que se ha convertido en la principal atracción turística de esa isla jónica.
Lo gracioso del asunto es que el lugar, de por sí una auténtica maravilla, no llamó la atención tanto como hasta que un barco encalló en su arenal allá por 1980.
Era el Panagiotis, un buque de cincuenta metros de eslora que navegaba por la zona y las autoridades consideraron sospechoso de contrabando, por lo que iniciaron su persecución con el accidentado final mencionado cuando intentaba ocultarse entre los abruptos acantilados. Abandonado a su suerte, el paso del tiempo lo fue convirtiendo en poco más que un ajado y herrumbroso casco que, paradójicamente, no hizo sino reforzar el atractivo de la cala, quizá por contraste.
Hoy, los bañistas broncean sus pieles a la par que esa mole también enrojece progresivamente por el óxido en una extraña y atípica simbiosis: el pecio sigue allí, varado en la arena, gracias al interés de ellos, quienes a su vez acuden a su fotogénica llamada.
Por cierto, la leyenda creada en torno al asunto no deja de ser sugestiva pese a su juventud: el misterioso cargamento aún estaría por allí, escondido por los contrabandistas en espera de poder recuperarlo algún día.
Será difícil hacerlo porque, frente a lo que nos muestran las postales, la Bahía Navagio está casi siempre abarrotada de gente, con su orilla copada por pequeñas embarcaciones y lanchas que vomitan visitantes de forma continua. Y no sueñen con poder tomar fotos desde lo alto de los acantilados porque el acceso es realmente complicado.
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