¿Recuerdan a Quequeeg, el arponero polinesio de Moby Dick? Era un tipo raro; tanto que se embarcó en el Pequod con su propio ataúd, el mismo que al final de la novela le sirve al narrador, Ismael, para sobrevivir en el mar hasta ser rescatado. Quizá haya gente así, que no tiene problema en dejarlo todo atado para cuando le llegue el momento. En tal caso, seguro que les resulta interesante este post.
Y es que el diseñador británico William Warren ha ideado un singular mueble doméstico. Bueno, más que singular debería decir plural, ya que es multiusos, bien es cierto que una de esas utilidades llegará cuando el dueño ya no la necesite; o sí, según se mire, dado que la tendrá a su lado para siempre. Se trata de una estantería transformable en féretro.
Él es profesor titular de la Universidad Metropolitana de Londres y también da clases en la Universidad de Kingston, el Goldsmiths College, el Camberwell College of Art y el Central Saint Martins. Su estudio, tal como explica su propia web oficial, está especializado en interiorismo y mobiliario, trabajando con fabricantes, distribuidores y minoristas, y presumiendo de prestar atención a la utilidad y la mejora de la experiencia emocional del usuario.
Utilizando multitud de materiales para sus muebles, Warren suele aportar un toque gracioso a los productos que nacen de su imaginación. Y no cabe duda de que el presente está imbuido de cierto humor negro. Se llama Shelves for Life (Estantes para la Vida) y en realidad no es algo nuevo, puesto que está en el mercado desde 2006 (se presentó un año antes en el London Design Festival); no sé exactamente con qué éxito.
Desde luego, difícilmente se encontrará algo tan reaprovechable y sostenible. Parte de la idea de que un ataúd precisa de una importante cantidad de madera para fabricarse, a veces de alta calidad y consecuente precio, total para que su ocupante no lo disfrute en vida. Por eso el diseñador ha ideado este objeto, que será de utilidad práctica a su dueño hasta que fallezca y, entonces, pasará a desempeñar una segunda función. Así, la madera será la misma (y no hará falta cortar más árboles).
Y ello sin contar el ahorro económico que supone, ya que no se pagan una estantería y un ataúd por separado sino todo en uno, por primera y última vez. Cuando se produzca el óbito bastará con desmontar los estantes y remontarlo todo como ataúd, siguiendo las instrucciones. Incluso hay una placa de bronce que por una cara tiene los datos de la empresa mientras que la otra está en blanco para grabar los del difunto.
¿No les apetece uno para regalar este primero de noviembre? Pueden hacer el pedido en la web de William Warren (abajo les dejo el enlace); eso sí, especificando su altura.
Más información: William Warren
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