Llamar Islas de los Dioses al archipiélago de las Cíes podría parecer algo pretencioso o excesivo de no ser por un pequeño detalle: fueron los romanos quienes las bautizaron así. El mismo julio César las pisó, dicen, durante su campaña contra los herminios.

Pero estaban habitadas desde mucho antes, hasta tres milenios y medio atrás. De hecho, también fueron conocidas como Siccae, que quiere decir áridas, e incluso se las identifica con las míticas Cassitérides, de donde fenicios y cartagineses obtenían estaño.

Situadas frente a la ría de Vigo, forman un pequeño pero montañoso archipiélago integrado sólo por tres islas: Monteagudo (Norte), Do Faro (Del Medio) y San Martiño (Sur), aunque las dos primeras están unidas hoy mediante una escollera artificial y un arenal natural que es una curiosa playa, la de Rodas, que cierra uno de los lados dando lugar a una albufera. Esa parte, orientada al continente, presentan un perfil suave que contrasta con el abrupto que mira hacia el oeste, con altísimos acantilados y grutas.

Playa Rodas en las Islas Cíes / foto Shutterstock

En la Edad Media se establecieron allí varias órdenes religiosas, como benedictinos y franciscanos, que dejaron construcciones monacales. La mayoría no se conservan bien porque, a lo largo de los siglos, atrajeron la rapiña de piratas, desde los vikingos de Olaf Haraldson al inglés Drake, pasando por los turcos. En el siglo XIX volvieron a tener habitantes pero en los años setenta del XX ya no quedaba nadie. Claro que para entonces empezaban a ser visitadas asiduamente por turistas.

La masificación puso en peligro los ecosistemas insulares, que son una auténtica joya ecológica con decenas de miles de aves marinas y un vergel submarino -aunque afectado por el vertido del Prestige– que da lugar a un concurso de fotografía subacuática anual. Por eso actualmente se restringe el acceso a dos mil doscientas personas diarias. Para incrementar esa protección, las Islas Cíes fueron declaradas Parque Natural, trabajándose desde el Ayuntamiento para que la UNESCO las incluya en el Patrimonio de la Humanidad.

Panorámica de las Islas Cíes / foto Shutterstock

En suma, un rincón privilegiado de España que tiene una ventaja extra sobre el resto del litoral gallego: el clima. Y es que las temperaturas son templadas en invierno pero calurosas en verano y además las nubes que llegan por el Atlántico pasan por encima sin descargar, haciéndolo sólo al llegar a la costa. O sea, que llueve la mitad que en el resto de la región.

Por eso se puede pernoctar un fin de semana en el cámping sin temor. O visitarlas en un día en barco desde Vigo (salvo San Martiño, que permanece virgen), subiendo hasta el faro, paseando por los bosques o disfrutando simplemente de una jornada playera.

No digamos ya practicar submarinismo (sin pesca, que está prohibida), con la posibilidad de compartir aguas con delfines.

Más información: Turismo de Vigo


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