El mar suele terminar devolviendo todo lo que se le arroja; es algo que quedó más que patente, por ejemplo, con el desastre del Prestige de hace unos años y que se repite con restos de naufragios, cetáceos fallecidos y, según la tradición, botellas con mensajes dentro. Ahora bien, ¿qué clase de misterio lleva a que en algunas playas británicas aparezcan piezas de Lego?

Es un insólito fenómeno que lleva ocurriendo desde hace diecisiete años en las costas de Cornualles, Devon y Gales pero que tiene una curiosa explicación racional. No se trata de ninguna arriesgada campaña de promoción sino de algo más poético: en 1997 un golpe de mar hizo escorar violentamente al carguero Tokyo cuando navegaba a apenas una veintena de millas de ese litoral, provocando que perdiera uno de los sesenta y dos contenedores que llevaba.

Resulta que en dicho contenedor había cinco millones de piezas de Lego que, entre el choque y la acción corrosiva del agua sobre el cierre, terminaron escapando de su prisión y diseminándose por el mar. Fiel a su costumbre, éste fue encauzándolas hacia tierra mediante sus corrientes, de manera que los vecinos de esas playas empezaron a encontrar periódicamente las famosas piezas de plástico policromadas en la arena, entre algas y otros restos.

Lo más gracioso de todo es que buena parte de ellas eran de motivos marinos, con pulpos, dragones, equipos de buceo, alfanjes piratas y similares. Se calcula que ya han arribado, si es que se puede decir así, cerca de tres millones y medio. El resto, salvo las más pesadas, que quedarán en el fondo, continúan llegando poco a poco.

Hay gente que se dedica a buscarlas y coleccionarlas. Es el caso de la escritora Tracey Williams, que además el año pasado creó un perfil de Facebook, llamado Lego Lost At Sea (Lego perdido en el mar), donde muestra las fotos de sus hallazgos y lo documenta todo científicamente: lugar, cantidad… Así está componiendo una relación de las piezas que había de cada tipo y que puede ser de doble utilidad. Primero, para saber cuánto se consigue recuperar, ya que si bien la propiedad corresponde a Lego, la empresa seguramente no la reclamará (incluso colaboró con la rescatadora enviándole una relación de la carga); segundo, para conocer mejor las corrientes y mareas locales.

Otro dato apasionante es que no todas las piezas llegan a la playa, pues hace poco un barco arrastrero sacó a la superficie algunas de las más pesadas atrapadas por sus redes. Es más, las hay que han viajado fuera de Gran Bretaña hasta aparecer en el otro extremo del mundo, en Australia; se están examinando para determinar su autenticidad.


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