En 1961 tuvo cierto éxito una película de ciencia ficción dirigida por Irwin Allen, luego trasladada a televisión en una serie que duró cuatro años, de 1964 a 1968, titulada Viaje al fondo del mar. Contaba las aventuras de un grupo de científicos a bordo de un peculiar submarino llamado Seaview, idea que en los años noventa recuperó otra serie, SeaQuest.

Pues, bien, parece que en el siglo XXI habrá una versión del tema pero en la realidad. Y la nave que protagonizará ese proyecto es aún más revolucionaria y futurista que las salidas de la gran y pequeña pantalla. Su nombre es SeaOrbiter y después de doce años buscando apoyo financiero -empezó en 2002- y una campaña de crowdfunding ha conseguido reunir el dinero necesario para ponerse en marcha. Nada menos que medio millón de euros en los que colaboraron la NASA, la ESA y National Geographic.

Mitad barco, mitad submarino al mismo tiempo, una parte navegará sobre la superficie mientras la otra lo hace bajo ella, por lo que el aspecto del SeaOrbiter dista mucho de cualquier otro navío actual: se asemeja más a una plataforma flotante que, en su parte inferior, estuviera unida a un sumergible. Su diseño corresponde al francés Jacques Rougerie, un especialista en crear laboratorios subacuáticos.

Desde el pasado mes de mayo se está construyendo ese extraña mezcla de barco y estación científica de mil toneladas y cincuenta y ocho metros de altura -treinta y uno bajo la línea de flotación- que acoge en su interior dependencias diversas como una plataforma para buzos, varias salas de investigación, una enfermería y alojamientos -dormitorios, cocina, aseos, salas de ocio- para una veintena de personas. Cuenta también con un par de hélices, si bien habitualmente se dejará llevar por las corrientes

Con este equipamiento, el SeaOrbiter podrá realizar largas misiones oceanográficas por todos los mares del mundo sin apenas necesidad de regresar a puerto sin necesidad de reabastecerse cada poco, ya que es energéticamente autosuficiente: usará la fuerza del viento mediante dos enormes turbinas verticales, aparte de trescientos cincuenta metros cuadrados de paneles solares, que combinará con un biocombustible desarrollado por EADS. Además, el grueso casco se hará de sealium, una aleación de aluminio y magnesio reciclable creada precisamente para su uso naval.

Según Rougerie, al que ayudan oceanógrafo Jacques Piccard y el astronauta Jean-Loup Chrétien, el objetivo de esta iniciativa es científico: estudiar la relación entre el mar y el calentamiento global.

Más información: SeaOrbiter

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