En las películas históricas no suelen faltar escenas costumbristas en las que se ven grandes ceremonias rituales o fiestas en la casa de un personaje acomodado, con exóticas bailarinas y músicos interpretando presuntas melodías de la época. Lo cierto es que se trata de piezas que hace el compositor de la banda sonora y que rara vez reflejan la realidad.
Y es que los arqueólogos e historiadores no lo tienen nada fácil para saber cómo sonaba la música hace milenios, ya que el pentagrama y las notas como tales no se empezaron a utilizar hasta la Edad Media, adoptando los rasgos más o menos definitivos ya en el Renacimiento. No es que antes no hubiera sistemas, pues de hecho existen desde la Antigua Grecia, pero resultan difíciles de entender en su plenitud.
Si nos retrotraemos aún más en el tiempo, la cosa se complica aún más, dependiendo de la interpretación del investigador de turno. ¿Se imaginan cómo era la música en la antigua Mesopotamia, por ejemplo? Pues tras arduos esfuerzos podemos hacernos una idea aproximada. A mediados del siglo XX se encontraron varias tablillas de arcilla con escritura cuneiforme correspondientes a la ciudad de Ugarit (Ras Samra), ubicada en la costa mediterránea de la actual Siria, un estratégico punto de cruce de los imperios egipcio e hitita.
Estaban escritas en lengua hurrita y, al traducirlas, resultaron ser la pieza musical más añeja jamás descubierta. Se trataba de un himno religioso en honor de la diosa Nikkal que formaba parte de una obra más grande, compuesta por treinta y seis cantos (hoy perdidos) y que cronológicamente sumaba tres milenios y medio de antigüedad, datándose en torno al año 1400 a.C. Enseguida se pusieron a trabajar en él los expertos, para intentar averiguar la forma de aplicarlo a la práctica. La primera versión la propuso en 1972 Anne Draffkorn Kilmer, profesora de Asiriología de la Universidad de California, y desde entonces se fueron sucediendo otras propuestas.
Un artículo al respecto publicado en la revista Archeologia Musicalis en 1988 explicaba que ese himno usa una escala diatónica de siete notas. Una idea revolucionaria que demostraría que ya en aquellos tiempos remotos existía el concepto de armonía, frente a la opinión mayoritaria hasta entonces entre los expertos, que opinaban que la armonía no existió hasta la civilización griega (entendiendo por armonía la organización de los acordes).
Pero yendo a lo práctico ¿cómo sonaría la composición en cuestión? ¿Hay forma de escucharla? Pues parece ser que sí. Aunque los antiguos mesopotámicos carecían de teclados, evidentemente, sí resultan instrumentos útiles para trasladar lo escrito en papel (o en arcilla, en este caso) a sonido, para luego pasarlo a un instrumento más verídico. Eso sí, compensando ciertas carencias con hipótesis: lo que es imposible de determinar es el ritmo.
A la pieza, bautizada como Himno de Ugarit, Himno a Nikkal o Himno número seis, y a la que se atribuyen cuatro posibles autores según otras tablillas encontradas, unas veces se interpreta con lira y otras con flauta, que eran los instrumentos más habituales en la región, aunque en la parte inferior, donde está el texto musical (en la superior, la letra), hay indicaciones para tocarse más bien con sammûm, una especie de arpa que tenía nueve cuerdas.
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