Desde su invención en el siglo XIX la utilización de plástico en múltiples productos y aspectos de la vida cotidiana no ha ido más que en ascenso. La causa es su extrema flexibilidad, que lo hacen ideal para la fabricación de muchos bienes, y su coste.

De hecho si en 1950 se producían unos 2,2 millones de toneladas de plástico en el mundo, en tan sólo dos décadas la producción ya se había multiplicado por 20, y actualmente se acerca a los 300 millones de toneladas anuales.

El caso es que desde los años 70 por lo menos el 0,1 por ciento de todo ese plástico ha terminado por ser vertido, de una u otra forma (si, nosotros también tenemos la culpa) a los océanos. De modo que actualmente se estima, según los cálculos más conservadores, que en los mares debería haber aproximadamente un millón de toneladas de plástico.

El problema es que no está ahi. O por lo menos la mayor parte de él no ha podido ser hallada por los científicos. Se han encontrado tan solo entre 7.000 y 35.000 toneladas de plásticos flotando en la superficie de los océanos según un estudio publicado recientemente. O lo que es lo mismo, el 97-99 por ciento del plástico arrojado al océano ha desaparecido, misteriosamente.

Aunque quizá no tanto. Los científicos se temen que ese plástico desaparecido, desintegrado en pequeños trocitos, haya sido ingerido por los peces. Los principales candidatos para este triste suceso son los peces linterna, pequeñas especies que viven en la franja media del océano y suben a la superficie para alimentarse durante la noche. Son además las especies más abundantes en los mares.

Ello se ha podido confirmar en parte mediante el examen de los estómagos de algunos ejemplares. Lo que no se sabe con exactitud es las consecuencias que ello puede tener para estos pequeños peces, ni si son capaces de eliminarlo posteriormente. Lo que si se sabe es que los productos químicos tóxicos del plástico pasarían a su organismo, y eso es realmente un desastre tanto para ellos, sus predadores, como para nosotros.

Foto por epSos.de

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