He aquí un reto que, a buen seguro, resultará fascinante para arquitectos y diseñadores: transformar un antiguo submarino nuclear en un objeto útil para la paz, un edificio moderno y sostenible, a través de un concurso de ideas abierto a todo el mundo.
El sumergible es una reliquia soviética de la Guerra Fría, una vieja nave de clase Typhoon, el modelo de mayor tamaño que se haya construido. Este arma de destrucción masiva fue diseñada por el Rubin Design Bureau en 1975 y se incorporó la armada de la URSS en 1980. Tiene unas dimensiones increíbles, con más de 175 metros de eslora y 23 de manga. Colocado en posición vertical podría compararse con la célebre torre de Norman Foster que hoy caracteriza el skyline de Londres.
Los rusos cuentan con tres unidades que, en principio, debían seguir en servicio hasta 2019. Pero el año pasado, las autoridades de ese país anunciaron que dos de ellas serían retiradas, previo desmontaje de los sistemas electrónicos de a bordo, debido a los altos costes de mantenimiento. El submarino restante todavía permanecerá en activo hasta 2017 como buque escuela; después, acabará como los otros.
El problema es que los costes del desmantelamiento rondan los 7,3 millones de euros, de ahí que Rubin Design Bureau haya buscado alternativas para reutilizar los barcos. Había planes para reconvertir uno en un buque de carga submarino con capacidad para 15.000 toneladas de mercancía, pero se desechó por falta de financiación y razones prácticas -pocos puertos pueden acomodar un submarino-, así que la cuestión seguía abierta.
Así llegó la siguiente idea, que es la actual: un concurso de propuestas en las que habrán de primar valores como la creatividad, originalidad, estética, tecnología avanzada, funcionalidad y, evidentemente, comprensibilidad del proyecto expuesto. No hay restricciones sobre la elección del lugar, siempre y cuando se puede llegar a él por vía acuática, aunque el submarino también se puede colocar en la orilla, dentro de 200 metros del paseo marítimo. Tampoco se exige un programa concreto.
Se puede utilizar todo el volumen del submarino excepto el compartimiento nuclear que deben mantenerse tal cual. Asimismo, es posible añadir volúmenes adicionales siempre y cuando se preserve la identidad de la nave. En otras palabras, se concede bastante libertad creativa. Todo quedará en manos de un jurado compuesto por arquitectos, ingenieros y diseñadores profesionales; ellos decidirán quién será el ganador que se llevará el premio, aunque hay varios galardones (unos 3.000 euros para el primero, 2.000 para el segundo y 1.000 para el tercero más mención de los cincuenta mejores en el blog oficial de Materbetter, el organizador).
Si hay alguien interesado, tiene de plazo hasta el 24 de agosto para inscribirse y hasta el 30 de ese mismo mes para presentar su trabajo. El resultado final ser anunciará el 15 de septiembre. Ahora sólo queda imaginar qué hacer con un submarino gigante.
Más información: Matterbetter
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