¿Cuál es la primera necesidad fisiológica del ser humano después de respirar? Beber. La aportación de agua al organismo es mucho más importante y crítica que la comida, por ejemplo, de manera que nuestro cuerpo aguanta muchos más días son comida que sin bebida. Por eso, cuando se produce un gran desastre natural que contamina o deja sin agua a la población, una de las primeras urgencias que hay que cubrir es su suministro.
Michael Pritchard ha inventado algo que puede solucionar el problema en gran medida. Lo llama Lifesaver y es una botella, la primera de una serie iniciada hace ocho años, que incorpora un sistema de filtración tan eficaz que se puede recoger el líquido elemento de cualquier charca inmunda y beberlo sin temor.
En un recipiente grande, de 750 ml, que deja atrás otros sistemas como los filtros de cerámica, que no son barrera contra virus y bacterias, o las pastillas potabilizadoras, confundibles con medicamentos. Lifesaver utiliza filtros microscópicos, de quince nanómetros, hasta ahora usados exclusivamente en la industria y que sí impiden el paso de microorganismos, ya que el tamaño más pequeño de éstos suele andar por los veinticuatro nanómetros.
Al ser agujeros tan diminutos, es necesario incorporar un sistema de presión que empuje el agua a través suyo, como un émbolo que la impulsa usando aire comprimido. El sistema tiene una vida útil en torno a cuatro o seis mil litros en su versión botella y mucho más en otros formatos, por lo que resulta evidente el ahorro que puede suponer en el transporte de agua potable a sitios lejanos.
Gracias a algo tan simple, Lifesaver ya acumula ventas por valor de diez millones de dólares, difundiéndose entre montañeros, soldados de servicio en zonas desérticas y organizaciones de ayuda a países subdesarrollados azotados por catástrofes naturales. Las ventas empezaron a generalizarse en 2007, a partir del caos originado en el sur de EEUU por el huracán Katrina. El éxito hizo que el invento fuera adoptado por el ejército británico para equipar a las tropas destacadas en Afganistán.
Luego, Médicos sin Fronteras encargó bidones de dieciocho litros con la misma tecnología para mandar a Pakistán, aunque más tarde se dieron cuenta de que era mejor un tamaño más reducido -cinco litros- para que las mujeres y los niños pudieran llevarlos llenos sin demasiado esfuerzo. También se adoptó un diseño cúbico para poder apilar muchas unidades una sobre otra y facilitar su transporte. Eso sí, no faltó un gran depósito de setecientos cincuenta litros con varios grifos que, en este caso, se envió a Malasia.
Ya todo esto ¿quién es su creador, Michael Pritchard? Pues uno de esos tipos que subliman la iniciativa privada y usan la imaginación. En este caso británico, no estadounidense. Según cuenta, la visión por TV de camiones tanque después del tsunami del sudeste asiático y el huracán Katrina le decidieron a trabajar en la búsqueda de un método que permitiera beber agua en situaciones extremas sin temor a contagios o epidemias.
Así fue cómo alguien que hasta entonces había hecho un poco de todo (promotor inmobiliario, comercial de Apple…) creó una empresa llamada Lifesaver Systems, con base en Essex, que el año pasado facturó seis millones y medio de euros, obteniendo beneficios desde el principio. Su clientela básica está formada por deportistas amantes de la naturaleza y militares, pero siempre dedica una parte de las ganancias a organizaciones humanitarias.
Más información: Life Saver
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