Cualquiera que sea aficionado al ciclismo y lo practique -incluso sin hacerlo- sabe que es un deporte que, si bien a priori no tiene peligro, en la práctica sí puede resultar arriesgado por múltiples causas, la peor de ellas el tráfico automovilístico. Ni las leyes ni la creación de carriles exclusivos ni las medidas de precaución y visibilidad adoptadas parecen ser suficientes.
Asociaciones y expertos aseguran que, a veces, el peor enemigo del ciclista es su propio temor; como si no tuviese ya bastantes de por sí. Por eso hay un goteo continuo de inventos y gadgets que buscan facilitarle las cosas y aumentar su sensación de seguridad, hasta el punto de que un sistema de transporte tan sencillo tiende a convertirse en un auténtico festival de tecnología sobre ruedas.
En realidad es lógico, si se tiene en cuenta que el número de personas que recurren a la bicicleta como medio de moverse crece continuamente, a menudo impulsado por las autoridades con planes específicos. En EEUU, por ejemplo, se calcula que el porcentaje de usuarios se ha duplicado entre 1990 y 2012 en las setenta ciudades principales del país, con más de cuatro millones de desplazamientos al año. Datos de la League of American Byciclists.
Uno de esos practicantes, Jonathan Lansey, inició una campaña en Kickstarter para financiar un llamativo manillar que incorporaba una bocina politono, que sonaba a ciento doce decibelios para hacerse oir por los conductores en medio del tráfico. Lo gracioso es que las pruebas, que fueron positivas, demostraron que esos automovilistas reaccionaban sobre todo por miedo a que su vehículo resultase dañado.
Otro, el irlandés Philip McAleese, ideó un sistema de iluminación que llamó See-Sense. Consiste en sensores que reaccionan a los niveles de luz y movimiento de alrededor al frenar o girar, titilando como la sirena de una ambulancia y evitando colisiones laterales.
En esa línea hay varios inventos más, como el Xfire Bike Lane, un rayo láser rojo que se proyecta un par de metros iluminando un carril para bicis y que los coches pueden ver desde una milla de distancia. O un casco hinchable llamado Hovding que funciona como un airbag: se lleva en el cuello, tal cual fuera un pañuelo, y se infla automáticamente cubriendo la cabeza y el cuello del ciclista si hay un choque; dicen que es tres veces más eficaz que los cascos normales.
Más cosas. BikeSpike es un dispositivo que se sujeta al cuadro y permite localizar la posición de esa bici desde un sencillo smartphone como si de un GPS se tratase. Ideal en caso de robo o para saber dónde está en todo momento el ciclista, si es familiar o amigo. No sólo eso sino que también avisa si la bici se desvía.
El teléfono móvil también permite abrir y cerrar un candado llamado Bitlocker, dotado asimismo de localizador, lo que es idóneo para compartir la bicicleta. Por raro que suene, se insiste mucho en lo de llevar teléfonos a bordo. El Atom es una pila que se recarga al pedalear mediante una toma USB conectada al móvil o al faro delantero.
Por último, hay que mencionar la llamada Rueda de Copenhague, que sustituye a la trasera de una bici normal y sirve para registrar las pedaladas, la distancia recorrida e incluso las calorías quemadas. Puede incluir un pequeño motor que se activa desde el manillar para subir cuestas muy empinadas o hacer trayectos muy largos.
Vía: Well
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