¿Se imaginan que por efecto del calentamiento global se fundan los hielos de las regiones frías y, así, se reactiven microorganismos que yacían dormidos, congelados, esperando durante millones de años? Si así ocurriera y uno de ellos fuera mortífero y altamente contagioso, la Humanidad tendría un problema.
Sólo es una hipótesis, pero no está inspirada en una novela de Michael Crichton sino en la realidad. Porque, hace poco, los científicos franceses Jean-Michel Claverie y Chantal Abergel, de la Universidad de Aix-Marseille, encontraron y revivieron un virus gigante que había permanecido helado durante treinta mil años bajo la tundra siberiana.
El virus, el de mayor tamaño que se haya descubierto jamás con micra y media de longitud (una micra equivale a una millonésima parte de un metro), es más grande que algunas bacterias y aún conserva capacidad para infectar. Por suerte, su presa natural no somos los seres humanos sino las amebas. Claverie y Abergel, que son marido y mujer, lo han bautizado con el nombre Pithovirus sibericum: la primera palabra alude a los pithoi, las gigantescas tinas de vino de la Grecia antigua (a ambos les gusta el vino), mientras que la segunda se refiere a Siberia, el lugar del hallazgo.
Y es que fueron a Rusia, a buscar microorganismos en el permafrost siberiano, tras saber que científicos rusos habían logrado revivir una planta congelada de decenas de miles de años y se les ocurrió que podían intentar lo mismo con un virus gigante. Lo localizaron usando amebas como cebo, como si estuvieran pescando.
El aspecto de Pithovirus sibericum es ovalado, con una gruesa pared exterior y un orificio en un extremo tapado mediante una especie de malla, como otros Pandoravirus. Éstos constituyen otra variedad de virus gigantes que los dos científicos descubrió anteriormente, en 2013, al igual que una década antes había hecho con los Mimivirus.
Pero el siberiano es diferente porque se copia a sí mismo en el citoplasma del huésped en lugar de en el núcleo. Por otra parte, sólo una tercera parte de sus proteínas guarda alguna similitud con los de otros virus; además, para sorpresa y desconcierto de los científicos, su genoma es ciento cincuenta veces menos denso que los de los Pandoravirus, a pesar de su mayor tamaño.
Retomamos aquí la idea del principio. ¿Podría haber virus potencialmente peligrosos para nuestra salud que despertarían de su letargo al fundirse los hielos que los atrapan? Suena lovecraftiano pero, aunque Claverie y Abergel consideran esa posibilidad, no todos los expertos creen en ello; otros virólogos opinan que los seres humanos ya inhalamos miles de virus diarios y tragamos miles de millones al nadar en el mar, por ejemplo, sin que la cosa pase a mayores.
Por tanto, salvo que el virus en cuestión procediese de un humano congelado, lo que verdaderamente debería preocupar de la fusión de los casquetes polares serían los millones de personas desplazadas por el aumento del nivel del mar.
Vía: Nature
Foto 1: ViralZone
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