Rebuscando por ese cajón de sastre que es Internet, a veces se encuentran cosas curiosas; aunque algunas sean de muchos años atrás, como es el caso presente. Se trata de una noticia de 1988 pero lo suficientemente interesante para dedicarle un post. Y más ahora que Putin muestra los dientes. Resulta que la NKVD (policía secreta) de la URSS ordenó a los cartógrafos nacionales falsear todos los mapas y planos de uso público del país.
Así lo reconoció Viktor R. Yashenko, jefe de Cartografía de la Unión Soviética, quien ya en plena glasnost explicó al diario Izvestia que desde hacía medio siglo (es decir, los años treinta, teniendo en cuenta de cuándo es la noticia) se alteraba la localización de fronteras, accidentes geográficos e incluso calles para prevenir hipotéticos bombardeos o para confundir a los servicios de inteligencia occidentales (recordemos que el régimen comunista no cayó hasta 1991).
En un primer momento, la medida fue adecuada a la situación internacional, como demostró poco después el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Incluso luego, con la entrada en la Guerra Fría, durante un tiempo. El problema es que más tarde se perfeccionó la fotografía aérea, haciendo inútil el falseamiento de ese tipo de documentación. Pero siguieron distorsionándose en cualquier escala, hasta los más sencillos, como si ni Stalin ni sus sucesores parecieran haberse enterado de los avances tecnológicos.
O sea, que la cartografía rusa no era precisamente fiable. De hecho, Yashenko explicó que, con el tiempo, mucha gente protestaba al ver que el entorno donde vivía no era correctamente representado y los viajeros que visitaban la URSS se perdían ante los datos erróneos de los mapas que usaban. Es más, diplomáticos y periodistas de EEUU destinados en Moscú recurrían a planos made in USA, mucho más exactos que los autóctonos.
Un dato que resulta algo ridículo: el plano de la capital no incluía el edificio de la KGB, que estaba en la Plaza Dzerzhinski, pese a que todos los ciudadanos -y los espías extranjeros- sabían de sobra su ubicación; de hecho, el citado plano estadounidense, hecho por la CIA, sí lo pone. Los de otras urbes importantes omitían calles y avenidas importantes y los que se vendían al público no explicitaban la escala para que fuera más difícil calcular las distancias.
En 1991, bajo el mandato de Gorbachov, se puso fin a la etapa comunista y empezó la elaboración de una cartografía más fiel a la realidad. El primer gran mapa nacional de verdad se hizo en escala 1:25.000 ocupando un cuarto de millón de hojas de papel. El régimen comunista nunca imaginó que, un día, los mapas digitales permitirían ver con detalle casi cualquier rincón de su país con un simple ordenador casero.
Vía: The New York Times
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