Es típico que a los turistas que visitan Kenia se les ofrezca en la ruta el acercarse hasta el lago Nakuru, uno de los que salpican -nunca mejor dicho- el Valle del Rift. Es fácil llegar desde la ciudad homónima, que se encuentra a apenas cuatro kilómetros.

Es una urbe nacida gracias al paso del ferrocarril -igual que Nairobi-, cuyo tendido no se trazó por allí casualmente sino debido a los sobornos realizados por el propietario de aquellas tierras, lord Delamere, al que le venía muy bien ese transporte para su producción agrícola. Por supuesto, antes que él habitaban allí kikuyus y masáis pero eso no era un obstáculo demasiado grande para el sistema colonial, que los expulsó sin tapujos. No sé si todavía es así pero, hasta hace poco, la familia Delamere aún era dueña de buena parte de la zona, incluyendo otro emblemático lago, el Elmenteita.

Ahora, el lago Nakuru es Parque Nacional desde 1968, el primero de África dedicado a la protección de aves. Porque se trata de un auténtico santuario ornitológico que acoge casi medio millar de especies diferentes, aunque la imagen más característica es, sin duda, la de más de un millón de flamencos rosas cubriendo su superficie y dándole ese curioso tono cromático que cubre el azul del agua.

Eso suponiendo que tenga agua, claro, porque a lo largo del siglo XX se secó un par de veces amenazando con la ruina a los campesinos de los alrededores al esparcir el aire la sosa del fondo por sus tierras (de hecho, nakuru significa algo así como «remolino de polvo» en lengua masái). Afortunadamente, volvió a llenarse y así sigue -esperemos que por mucho tiempo- desde la última sequía a principios de los noventa.

Foto Daniel Fafard en Wikimedia Commons

El lago Nakuru tiene una superficie aproximada de doscientos kilómetros cuadrados, mientras que su profundidad es variable aunque siempre escasa. Ello, unido a su alta alcalinidad, hacía que no hubiera más vida subacuática que zooplancton y algunas algas (esto comen los flamencos). Sin embargo, en los años setenta se introdujo la tilapia, un pez que es frecuente en el centro de África y resulta resistente a esa característica química, con lo cual el lugar se ha convertido en refugio de miles de pelícanos. Especies foráneas son también la perca, el cangrejo americano y el jacinto de agua, que constituye todo un problema porque su proliferación provoca atascos en los sistemas de regadío.

Pero no todo son pájaros y peces. En el entorno no es difícil encontrar grandes mamíferos como hipopótamos, antílopes, leones, hienas o leopardos, más algo que no suele verse mucho: serpientes pitón de gran tamaño. Además, se han introducido dos especies en peligro de extinción, la jirafa de Rotschild y el rinoceronte (blanco y negro), para lo cual se extendieron los límites del parque (que, por cierto, están vallados).

Por todo esto resulta lógico que el Parque Nacional Lago Nakuru sea un destino recomendable para hacer safaris y observar fauna en libertad. Especialmente, claro, para los amantes de la ornitología, que sentirán que entran en el paraíso.

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