En el muy probable caso de que las actuales acciones para frenar el calentamiento global del planeta no fueran suficientes ni efectivas, los gobiernos de todo el mundo están armando una especie de plan B. Este documento, que será utilizado como guía científica para la negociación del nuevo acuerdo sobre el cambio climático en 2015, incluye algunas propuestas singulares, como por ejemplo capturar mediante succión dióxido de carbono o reflejar la luz solar de vuelta al espacio.
Pero también otras que, por ahora, parecen más ciencia-ficción que otra cosa:
Crear una nube de polvo alrededor de la Tierra
Una de las propuestas plantea la posibilidad de crear una nube de polvo alrededor de la Tierra, que pueda protegernos de los rayos solares. Para ello se usaría polvo procedente de minas en la Luna, o de la captura y desintegración de un asteroide.
En 2012 científicos de la Universidad de Strathclyde sugirieron capturar un asteroide y arrastrarlo al Punto de Langrange (equidistante entre la Luna y la Tierra), donde podría crear una nube de polvo de unos 2.600 kilómetros de ancho que rodearía el planeta bloqueando la luz del sol.
Proponían utilizar el asteroide Ganímedes 1036. Lo malo, advertían, era que un error de cálculo podría hacer que el asteroide impactara contra la Tierra, terminando de paso con la civilización humana y buena parte de la vida terrestre. Por otro lado, tampoco estaban muy seguros de que la nube de polvo tuviera el efecto deseado. Si bloqueaba demasiada luz solar tendríamos una nueva, flamante y gélida Edad del Hielo. Y si no era efectiva nos habríamos rodeado de una barrera de porquería que no sirve para nada.
Seguramente ya no volvería a ser lo mismo contemplar el cielo nocturno, habríamos perdido algo realmente insustituible. Por lo menos hasta que desarrollásemos la tecnología necesaria para hacer limpieza. Eso siempre que el escudo funcionase. Y ni qué decir que los telescopios terrestres se volverían inservibles, así como los que órbitan el planeta.
Pero, por el contrario, las noches serían más luminosas, pues la nube de polvo reflejaría la luz igual que la Luna. No necesitaríamos producir y consumir tanta energía durante la noche.
Unos años antes, en 2007, Curtis Struck de la Universidad de Iowa propuso algo similar, pero usando polvo procedente de minas lunares para crear la barrera. Según sus cálculos, la minería en la Luna podría arrojar al espacio unas 300 toneladas de polvo durante diez años, lo que sería suficiente para esquivar el cambio climático. Una vez conseguido el objetivo, la nube se disiparía por sí sola, en el caso de que los cálculos fueran correctos.
Construir un parasol gigante
Otra de las propuestas es tan simple y al mismo tiempo tan titánica que parece una broma. Consistiría en construir una gigantesca sombrilla alrededor de la Tierra, con la cual se podría controlar la cantidad de energía que alcanza el planeta.
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Formada por un enorme escudo de espejos, debería ser colocada en el primer Punto de Langrange, entre el Sol y la Tierra. Tampoco es una idea nueva, pues a mediados de los años 60 científicos norteamericanos propusieron combatir el calentamiento global futuro haciendo flotar en los océanos tropicales billones de objetos reflectantes como pelotas de golf. Claro que eso en principio parece bastante más sencillo, aunque no evitaría el derretimiento de los polos.
Se estima que el escudo espacial podría estar listo en unos 25 años, y que costaría un trillón de dólares.
Hacer las nubes más brillantes
Otra de las propuestas es hacer que las nubes brillen más, que sean más blancas, para que reflejen mejor la luz solar de vuelta al espacio. Se trataría de aprovechar los estratocúmulos que cubren un tercio de los océanos del planeta aumentando su albedo (el nivel de luminosidad).
Esto se podría hacer bombardeando las nubes con gotas de agua marina mediante barcos, a un ritmo de 50 metros cúbicos por segundo. Y serían necesarios unos 1.500 barcos.
Los autores de la propuesta, John Lathan y Stephen Salter, aseguran que esta técnica podría revertir el calentamiento global incluso si el dióxido de carbono se duplicase. Así a primera vista podría parecer una de las opciones más factibles.
Limaduras de hierro para generar plancton
La cuarta de las propuesta consiste en arrojar toneladas de limaduras de hierro en zonas infertiles de los océanos. Esto favorecería el crecimiento de plancton, que podría absorber toneladas de dióxido de carbono. Cuando el plancton muere, se llevaría el dióxido al fondo del mar, donde permanecería durante varios siglos.
En 2012 se realizó una prueba en la Antártida, donde un equipo del Instituto Alfred Wegener de Alemania, vertió varias toneladas de sulfato de hierro. El resultado fue que una semana después se produjo un crecimiento masivo de fitoplancton en la zona. Tres semanas más tarde el fitoplancton comenzó a morir, llevándose consigo el dióxido de carbono absorbido al fondo del océano.
Según los cálculos de los científicos este método podría capturar una gigatonelada de dióxido de carbono al año, lo que equivale a una octava parte de las emisiones globales.
Más recientemente se ha cuestionado esta técnica como inefectiva.
Volcanes falsos
Y la quinta propuesta consistiría en la creación de volcanes artificiales. En contra de lo que podría parecer los volcanes enfrían la Tierra arrojando a la atmósfera sulfatos que reflejan la radiación del sol. Un sólo kilo de sulfatos en la atmósfera compensa el efecto invernadero de varios cientos de miles de kilos de CO2.
Lo malo es que es muy difícil propulsarlos a la atmósfera, ya sea con globos, reactores u otros medios tecnológicos, porque las cantidades que pueden transportar son pequeñas.
Y los más críticos con este método aseguran que terminarían por dañar la capa de ozono.
No obstante existen detractores para todas estas propuestas, especialmente las relacionadas con la geoingeniería. La principal crítica es que no está asegurada su efectividad, y que retrasarían el cambio de los combustibles fósiles a energías más limpias como la eólica o la solar.
Pero lo cierto es que cada vez nos queda menos tiempo para frenar lo inevitable. Y aunque algunas de estas propuestas pueden parecer hoy ciencia-ficción es posible que en muy pocos años sean más plausibles.
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