No hace tantos años desde que la mayoría de los aseos públicos de España, entendiendo por tales los de bares, estaciones y similares, fueran del viejo modelo de agujero en el suelo y plataforma para apoyar los pies. Resultaban un tanto incómodos no había dónde sujetarse con las manos y, si uno perdía el equilibrio, corría el riesgo de caer de lleno en la zona prohibida. Y, sin embargo, parece ser que resultaban mejores para nuestro organismo que los de asiento actuales que los desplazaron definitivamente.
Al menos eso es lo que dice un trío de diseñadores de Reino Unido, que acaba de presentar un nuevo y revolucionario modelo de taza con el que aspiran a cambiar el panorama de los inodoros occidentales. Digo occidentales porque en otros países sigue persistiendo el antiguo, dado que ponerse en cuclillas no les resulta tan raro; y quizá no debería serlo, si se tiene en cuenta que la costumbre de sentarse no se planteó su generalización hasta el siglo XIX, cuando el refinamiento de costumbres empezó a extenderse de la nobleza a la burguesía y clases inferiores.
Decía que tres diseñadores industriales llamados Sam Sheard, Pierre Papet y Victor Johansson aceptaron el reto propuesto por una empresa británica para celebrar el Día Mundial del Toilet. Su trabajo, ganador del concurso, ha sido el llamado Wellbein Toilet. Se trata de un híbrido entre el agujero tradicional y el asiento de hoy en día, que permite a la vez sentarse y estar agachado.
Según dicen los tres genios, la postura que usamos ahora obliga a doblarnos la cadera en un ángulo de 90º, lo que puede incrementar el riesgo de problemas de colon y otras enfermedades renales. Lo ideal serían las cuclillas pero como a estas alturas ya resultan ajenas a nuestros usos sociales, la solución ha sido un váter que permite estar sentado pero con las piernas dobladas hacia arriba.
Esta taza híbrida inspirada en la que aún se usan en la India o en algunos viejos trenes de Rusia, no sólo ofrece ventajas ergonómicas y de salud sino también tecnológicas, ya que puede analizar químicamente la orina para detectar indicios de diabetes o problemas de riñón -ahorrando así billones anuales a la sanidad pública, al hacerlo con tiempo suficiente- e incluso realizar test de embarazo.
De hecho el abanico de posibilidades podría hacerse aún más grande, analizando deficiencias nutricionales, por ejemplo. Los resultados se enviarían al médico vía smartphone gracias a la correspondiente app que se crearía para ello.
De momento todo esto es únicamente un concepto, una idea, ya que el equipo de diseñadores empezó a trabajar en el asunto a finales del año pasado. Hay que mejorar el aspecto del inodoro y conseguir la tecnología adecuada para incorporársela. Y luego tocará lo que quizá sea más difícil: difundirlo y comercializarlo, venciendo las reticencias iniciales hacia esa, para nosotros, extraña postura. Para animar a su adopción tienen pensado colocarlo en entornos relacionados con la salud, como gimnasios o spas.
Vía: Fast Company
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